¿Sabías que, a día de hoy, el 54 % de la población mundial vive en un entorno urbano? Además, para 2050, se espera que la tendencia continúe en aumento y que alrededor de dos tercios de la población mundial viva en ciudades.
Esto refleja la importancia económica que tienen los centros urbanos, pero también desvela uno de los grandes retos de la actualidad: cuanto más crecen las ciudades, mayor es la población, las mercancías y los servicios que circulan en ellas, lo que genera consecuencias que comprometen la calidad de vida de las personas.
Por este motivo, garantizar la movilidad a través de un sistema de transporte sostenible se está convirtiendo cada vez más en una necesidad urgente, que no solo contribuya a cuidar el medioambiente, sino que también permita un acceso más equitativo a los desplazamientos urbanos.
Es por ello que la transición hacia un sistema de transportes sostenibles a nivel mundial forma parte de la Agenda 2030 de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS), hecho que ha logrado que muchos países ya hayan empezado a adoptar acciones de agenda pública al respecto.
No obstante, si no fuera por el avance tecnológico que se ha producido en materia de energías renovables, no sería posible un proyecto de esta índole. Gracias a esto, se pueden crear transportes sostenibles que sean más eficientes a nivel energético, económico y ambiental. De hecho, esta transformación “podría suponer un ahorro de 70 billones de dólares para 2050”, según cifras del Banco Mundial.
El Secretario General de la Organización para las Naciones Unidas (ONU) manifestó que el modelo de transporte urbano actual “representa más de una cuarta parte de los gases de efecto invernadero a nivel mundial”. Y, de acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el aire contaminado mata a siete millones de personas cada año.
Lo cierto es que el transporte público en las ciudades es cada vez más ineficiente y genera una gran cantidad de contaminación. Si a esto se suma la masa de población que se desplaza en vehículos particulares que funcionan a base de combustibles fósiles, la cantidad de CO₂ que producen es insostenible.
Ante la necesidad de asegurar la movilidad y hacer frente a la problemática que genera el desplazamiento tanto dentro de las ciudades como a nivel global, surge una alternativa para ofrecer formas más ecológicas. Esta nueva manera de planificación urbana busca reducir con rapidez la huella ecológica que producen las aglomeraciones urbanas, lo que implica utilizar vehículos más eficientes en cuanto a capacidad, espacio y rendimiento energético.
No obstante, para ello, no basta con caminar o con que unos pocos compren coches eléctricos o usen más las bicicletas: todas las ciudades al completo deben transformarse en pos de disminuir el impacto, y esto requiere de una perspectiva estratégica.
Durante los últimos años han ido surgiendo una serie de alternativas de medios de transportes sostenibles que apuestan por la movilidad urbana eléctrica, compartida y ecológica. Estas son algunas de las opciones más habituales y populares entre los usuarios:
La bicicleta mecánica ha sido y sigue siendo la alternativa de transporte más sostenible. Ciudades como Copenhague, Ámsterdam, Berlín, Estocolmo o Bogotá son grandes ejemplos de cómo la bicicleta puede ser un medio de transporte viable y útil en el día a día para las personas, sin necesidad de generar un gasto energético más allá que el del propio pedaleo.
Para que esto funcione, estas ciudades han tenido que modificar sus calles para habilitar carriles especiales para bicicletas, estaciones de aparcamiento, servicios de bicis compartidas, etc. Barcelona, Madrid, México DF o Buenos Aires son algunas de las ciudades que están copiando este modelo de transporte sostenible.
Por su lado, la bicicleta eléctrica ha ganado terreno en la última década. Su pequeño motor eléctrico emite solo 3 gCO2 pKm (gramos de CO2 por kilómetro), por lo que es una forma muy limpia de moverse. Además, la reducción de su precio, junto con los servicios compartidos locales que las han incluido, ha hecho que esta se popularice y tenga cada vez más adeptos.
Otro vehículo de dos ruedas que está bien posicionado dentro de la movilidad urbana sostenible es la motocicleta eléctrica. Según un estudio de la Asociación Empresarial para el Desarrollo e Impulso del Vehículo Eléctrico (AEDIVE), esta genera una media de 17 gCO2 pKm. Asimismo, la reducción de su precio, el aumento de la autonomía, su facilidad en cuanto a aparcamiento o el ahorro en mantenimiento son otras de sus ventajas.
Su motor eléctrico permite alcanzar hasta los 100 km/h, lo que la habilita como un vehículo muy cómodo para desplazamientos de corto y medio alcance. Además, el ruido generado es mínimo, solventando así el problema de la contaminación acústica.
El patinete eléctrico se ha convertido recientemente en un medio de transporte sostenible muy popular. El precio más que asequible de algunos modelos, su fácil conducción y la comodidad que proporciona lo han convertido en una alternativa muy utilizada en las grandes urbes.
Se calcula que un patinete emite una media de 25 gCO2 pKm, un buen dato si lo comparamos con su rendimiento. Además, la autonomía de sus baterías ha aumentado considerablemente, mientras que el peso de algunos modelos es cada vez más bajo. Todo esto hace que sea, sin duda, un excelente ejemplo de movilidad urbana y transporte sostenible.
No obstante, cabe mencionar que el patinete eléctrico también genera muchas controversias por varias razones. La primera está relacionada con sus baterías de litio, dado que su fabricación, durabilidad y reciclaje es medioambientalmente insostenible. Por otro lado, la falta de regulación de estos vehículos de movilidad personal genera inseguridad en las calles de las ciudades, tanto para los propios conductores como para el resto de vehículos y viandantes.
Entre los medios de transportes más sostenibles en medios urbanos, también encontramos el tren. Su eficiencia y velocidad ha aumentado los últimos años, y aunque todavía hay margen de mejora, sigue siendo una gran alternativa al coche particular.
Los datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEE) cifran sus emisiones en 285 g de CO2 por pasajero y kilómetro. Su comodidad, conexiones y capacidad son sus mayores ventajas.
Por otro lado, otras alternativas de transportes sostenibles son el metro y el tranvía. Su uso en ciudades grandes y medianas es muy habitual, ya que ofrecen una manera sencilla y económica de moverse en distancias cortas. El metro emite unos 14 g de CO2 por kilómetro y pasajero, mientras que el tranvía genera una media de 18 g de CO2 por kilómetro y pasajero.
El autobús sigue siendo un transporte urbano muy utilizado y que ha mejorado notablemente su sostenibilidad gracias al uso de motores eléctricos o híbridos. De media, los autobuses eléctricos emiten unos 35,6 gramos por kilómetro y pasajero, un dato muy bueno comparado con los 183 g por kilómetro y pasajero de un autobús Diésel.
Se trata de un medio de transporte accesible, barato y que permite recorrer cortas y medias distancias de forma rápida.
Por último, y como principal alternativa al automóvil de combustión tradicional, tenemos el coche eléctrico. Se trata de una buena opción para aquellas personas que prefieren la comodidad que ofrece este tipo de vehículos.
Las emisiones del coche eléctrico son mucho menores que las de un coche tradicional: 43 gCO 2 pKm frente a los 121 gCO 2 pKm de un coche tradicional. El uso de energía eléctrica, la ausencia de emisiones de gases nocivos, su imperceptible sonido o el aumento de la autonomía de sus baterías son sus principales ventajas.
Por el contrario, su precio elevado, la falta de puntos de carga, la menor potencia, el tiempo de carga, la falta de autonomía y la insostenibilidad de sus baterías son sus principales desventajas, aunque últimamente se han mejorado estos aspectos. Tampoco podemos olvidar que se trata de un vehículo privado que, a pesar de ser más ecológico, sigue consumiendo muchos más recursos que el transporte público.
Para hacer frente a estos nuevos desafíos de movilidad urbana, existen múltiples proyectos tanto gubernamentales como particulares que buscan generar alternativas de transportes sostenibles. Un ejemplo es el que está llevando a cabo la startup Scoobic Urban Mobility, ganadora del reto Santander X Environmental Challenge para la construcción de un futuro sostenible.
Scoobic Urban Mobility surge de la necesidad de solucionar un problema logístico, y se ha dedicado a diseñar “vehículos de última milla más pequeños, eléctricos, autónomos y conectados para impulsar la movilidad sostenible y reducir las emisiones de CO₂ en las grandes ciudades”.
La idea surgió al comprobar que ni las motos ni los coches han modificado sus dimensiones desde hace más de cien años, lo que hace que no estén adaptados a las necesidades actuales, sobre todo, para el reparto de venta a domicilio. Por ello, decidieron ofrecer una solución ambiental con vehículos eléctricos que, en su diseño, tienen en cuenta la ergonomía del piloto y la funcionalidad para las compañías de logística.
Por otra parte, también existen ciudades que ya se han sumado al reto de implementar un sistema de transportes sostenibles, como Río de Janeiro con su tranvía eléctrico. Se trata de un vehículo con la capacidad de trasladar 420 pasajeros por viaje, que no tiene cables, y se alimenta a través de diferentes puntos en sus 28 kilómetros de vías. Sin embargo, la innovación no se detiene aquí: la ciudad tiene un Centro de Operaciones inteligente que cuenta con cámaras y dispositivos estratégicos con el fin de descongestionar el centro urbano.
Asimismo, hay ejemplos de ciudades europeas como Barcelona que han desarrollado planes de movilidad urbana. En este caso, el foco está en priorizar al peatón y a las bicicletas desde un punto de vista estratégico, reduciendo el uso del vehículo privado y fomentando el transporte público.
El transporte urbano requiere de una planificación integral que ponga la mirada en medidas globales: no basta con desarrollar vehículos que funcionen con energías renovables, ensanchar las aceras para ampliar el espacio de los peatones o construir carriles para bicicletas. También hay que pensar cómo podemos hacer una utilización más eficiente del espacio urbano, de manera que sea accesible para todos, y utilizar las nuevas tecnologías para diseñar ciudades inteligentes.
Y es que estamos frente a un entorno de cambios constantes que implican saber adaptarse a una realidad que provoca incertidumbre y que está marcada por la revolución tecnológica y por desafíos como la transición verde. Por esta razón, resulta imprescindible seguir aprendiendo y mantenerse actualizado para contar con las habilidades y los conocimientos necesarios que permitan garantizar un desarrollo sostenible de la sociedad.
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