Aunque la preocupación por la sostenibilidad ambiental y el calentamiento global parece reciente, en realidad se remonta al siglo XIX. Investigadores como Jean Baptiste Fourier, John Tyndall y Svante Arrhenius vaticinaron que un aumento del CO₂ en la atmósfera podría conducir a un calentamiento global. Sin embargo, sus advertencias no fueron bien acogidas en ese momento.
Con el avance del siglo XX, la evidencia científica sobre el cambio climático se consolidó. Se demostró que el modelo productivo adoptado a partir de la Primera Revolución Industrial provocó un aumento significativo de la emisión de gases de efecto invernadero, lo que contribuyó a una subida de la temperatura global. De hecho, según datos de la NASA, la temperatura promedio del planeta ha aumentado más de 1 °C desde finales del siglo XIX.
Esta situación se ha agravado en los últimos años, debido a factores como la globalización, el crecimiento poblacional y un desarrollo exponencial en la actividad industrial. Por ello, diferentes organizaciones y gobiernos advierten sobre la proximidad de un punto de no retorno, subrayando el peligro real que supone el calentamiento global. En este sentido, en la Cumbre del Clima, celebrada en Glasgow a finales de 2021, se actualizaron los compromisos del Acuerdo de París (2015) y los países participantes asumieron la necesidad de reducir las emisiones de CO₂ un 45% para 2030.
Y es que es importante gestionar los recursos naturales de manera responsable, no solo para asegurar su disponibilidad, sino que también para preservar la calidad de vida de quienes habitamos este planeta. Hoy más que nunca, la necesidad de avanzar hacia una transición verde se ha convertido en una urgencia global.
¿Quieres contribuir de manera efectiva a la sostenibilidad ambiental? A continuación, te explicamos en qué consiste este concepto, cuáles son sus principios y cómo puedes adoptar algunas acciones al respecto, tanto a nivel individual como colectivo.
Según el Diccionario Panhispánico del Español Jurídico, la sostenibilidad ambiental es el “principio de gobierno de la utilización de los recursos naturales que permita satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras para atender sus propias necesidades”.
Hoy en día, entendemos el concepto de sostenibilidad ambiental como el equilibrio que se genera en una relación armónica entre el ser humano y la naturaleza. Tal y como afirma la fundación Wiese: “implica promover el desarrollo económico y alcanzarlo, pero sin amenazar, ni degradar el ambiente. Es decir, el impacto en el ambiente debe ser mínimo”.
El término “sostenibilidad” emergió por primera vez en 1987 con el informe Nuestro Futuro Común, donde quedó claro que no existe avance posible si no es en concordancia y equilibrio con el medioambiente.
Más allá de su definición formal, la sostenibilidad ambiental puede ser interpretada de distintas maneras por empresas, gobiernos o individuos, y está sujeta a diversas políticas regulatorias y responsabilidades individuales. Sin embargo, Santiago Dunne, ingeniero ambiental y asesor en programas de sostenibilidad, apunta a siete principios fundamentales que rigen la sostenibilidad ambiental ampliamente aceptados en tratados internacionales y que permiten aplicar la sostenibilidad ambiental en distintos contextos.
El principio de sostenibilidad ambiental busca abordar el problema del consumo excesivo de recursos naturales mediante tres reglas fundamentales:
La velocidad de consumo de los recursos naturales, como el agua, los árboles o los peces, no puede exceder su velocidad de regeneración.
El uso de los recursos no renovables, como los combustibles fósiles o minerales, debe mantenerse por debajo de la tasa a la que se desarrollan sus sustitutos renovables.
La emisión de contaminantes y residuos no debe superar la capacidad del medioambiente para absorberlos y procesarlos.
Al tomar decisiones políticas, económicas o sociales, es fundamental considerar su impacto ambiental. Este principio busca integrar la sostenibilidad en todos los aspectos de la toma de decisiones. De esta manera, se asegura que la protección del medioambiente sea una consideración transversal en todas las áreas de desarrollo.
Los diferentes actores, como gobiernos, empresas y ciudadanos, deben asumir la responsabilidad de sus acciones que afecten al medioambiente. El principio de “quien contamina paga” busca que los costes ambientales sean internalizados en las actividades económicas, no solo de forma monetaria, sino también mediante la prevención de daños ambientales y la obligación de repararlos cuando ocurran.
Antes de realizar cualquier actividad que pueda dañar el medioambiente, es necesario aplicar el principio de precaución, que consiste en evaluar los posibles riesgos y consecuencias (cuanto mayor sea el riesgo, más precauciones se deberán tomar). Esta es la fórmula para calcular el riesgo:
Riesgo = Magnitud consecuencia x Probabilidad.
Además, este principio establece que, ante la falta de certeza científica sobre los posibles efectos negativos de una actividad, se deben tomar medidas preventivas para proteger el medioambiente. Este enfoque proactivo busca evitar daños potencialmente irreversibles, incluso sin pruebas concluyentes sobre su impacto exacto.
El principio de equidad, aplicado a la sostenibilidad ambiental, busca garantizar las mismas oportunidades de bienestar y desarrollo para todos, independientemente de su ubicación geográfica, situación económica o generación.
Este principio promueve una distribución justa de los beneficios y cargas ambientales entre diferentes grupos sociales y generaciones, asegurando que las decisiones presentes no comprometan el bienestar de las futuras.
Este principio reconoce que es necesario un medioambiente saludable para el disfrute pleno de los derechos humanos. Todas las personas tienen derecho a vivir en un entorno limpio, seguro y saludable. Dado que los derechos humanos y el medioambiente son interdependientes, ambos deben considerarse en cualquier actividad que pueda afectar a la calidad de vida y a los derechos fundamentales de las personas.
Todos los ciudadanos tienen derecho a acceder a la información y a participar en la toma de decisiones que afectan al medioambiente. Este principio asegura que las comunidades tengan voz en proyectos y políticas con impacto ambiental, además de garantizar el acceso a la justicia en asuntos relacionados con el medioambiente.
Según el Foro Mundial para la Naturaleza (WWF), si mantenemos el ritmo actual de consumo y producción, para el año 2050, necesitaremos el equivalente a tres planetas Tierra para satisfacer nuestras necesidades. Esta proyección alarmante subraya la urgencia de adoptar medidas para garantizar la sostenibilidad ambiental, no solo para preservar nuestro entorno natural, sino también para asegurar la viabilidad de la vida humana y la de todas las especies.
El crecimiento demográfico es otro factor clave que incrementa la presión sobre los recursos naturales y que pone en evidencia la necesidad de garantizar la sostenibilidad ambiental. Se estima que, en 2050, la población mundial alcanzará los 9.700 millones de personas, según las Naciones Unidas, lo que agravará la demanda de recursos y afectará gravemente a los ecosistemas.
Además, si las emisiones de gases de efecto invernadero continúan al ritmo actual, el nivel del mar podría aumentar hasta 2 metros para el año 2100 debido al deshielo de los polos. Si esto llegara a suceder, ciudades como Venecia, Ámsterdam o Miami podrían quedar parcialmente sumergidas, lo que provocaría una crisis humanitaria y económica sin precedentes.
La pérdida de biodiversidad, la escasez de recursos naturales y los eventos climáticos extremos son solo algunas de las consecuencias devastadoras del cambio climático que ya estamos experimentando. Y, como podemos ver, estas consecuencias no solo afectan al medioambiente, sino que también tienen repercusiones directas en la economía, la salud pública y la estabilidad social.
Por ello, adoptar los principios de la sostenibilidad ambiental es una necesidad imperativa para asegurar que nuestro planeta siga siendo habitable para las generaciones futuras.
A pesar de que introducir cambios en los procesos productivos pueda suponer un coste inicial para las empresas, la adopción de prácticas sostenibles ofrece numerosas ventajas a largo plazo. Estas son algunas de las más destacadas:
Oportunidades de negocio. Las empresas que se adaptan a la demanda de productos y servicios más sostenibles acceden a nuevos segmentos de mercado, lo que puede incrementar su cuota de mercado y generar mayores ingresos.
Mejora de la reputación. Implementar prácticas sostenibles mejora la imagen de la empresa ante los consumidores, inversores y otros stakeholders, lo que se traduce en una mayor lealtad de los clientes y un incremento del valor de la marca.
Reducción de costes. La eficiencia energética y la optimización de recursos reducen considerablemente los costes operativos. Minimizar residuos y maximizar la eficiencia permite ahorrar en materias primas, energía y gestión de desechos.
Cumplimiento normativo. Anticiparse a regulaciones ambientales más estrictas no solo evita multas y sanciones, sino que posiciona a la empresa como líder en su sector, lo que facilita la obtención de permisos y licencias necesarias para operar en ciertos mercados o industrias.
Atracción y retención de talento. Las empresas comprometidas con la sostenibilidad ambiental resultan más atractivas para los empleados, especialmente entre las generaciones más jóvenes, lo que contribuye a atraer y retener talento.
Acceso a financiación. Muchos inversores y entidades financieras priorizan cada vez más las inversiones en empresas con prácticas sostenibles. Lo mismo ocurre con los fondos estatales dirigidos a abordar las consecuencias del cambio climático, como, por ejemplo, los fondos europeos “Next Generation”.
Ventaja competitiva. Las empresas que adoptan prácticas sostenibles pueden diferenciarse de sus competidores, atraer nuevos consumidores y mejorar su posición en el mercado.
En 2015, 193 países acordaron los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) con los que se pretende construir un mundo más igualitario y justo, así como detener el avance del cambio climático para el año 2030. Aunque los desafíos son múltiples, estos objetivos definen el desarrollo económico y social en el futuro, en un marco de sostenibilidad ambiental.
Lo cierto es que las empresas pueden beneficiarse significativamente al incorporar estrategias que apunten hacia estos objetivos, contribuyendo tanto a la transición hacia una economía verde como a su propia transformación productiva. Estas son algunas de las estrategias clave que las empresas pueden adoptar:
Optimización del uso de energía y adopción de fuentes de energía renovables. Revisar la infraestructura y aprovechar mejor los flujos energéticos existentes, mientras se implementan otros tipos de fuentes no basadas en los combustibles fósiles.
Aprovechamiento de recursos locales. Comprar a proveedores locales supone un ahorro de energía en el transporte, a la vez que fomenta el desarrollo de las comunidades donde se encuentran localizadas las empresas.
Aplicación de los principios de la economía circular. Reducir los residuos y fomentar la reutilización de materiales es una estrategia más natural y sostenible, ya que disminuye la extracción excesiva de recursos naturales y reduce la contaminación ambiental.
Gestión ecológica del transporte. Las empresas pueden implementar políticas que promuevan prácticas sostenibles en el traslado de personal y productos, fomentando así una transformación en toda la cadena de valor.
Implementación de tecnologías verdes. Invertir en tecnologías que minimicen el impacto ambiental, como sistemas de filtración de agua, placas solares, equipos de bajo consumo energético o software para optimizar procesos y reducir el desperdicio, es fundamental para avanzar hacia una operación más sostenible.
Para lograr la sostenibilidad ambiental, no basta con la intención; es necesario contar con los conocimientos adecuados. Es fundamental disponer de profesionales capacitados en áreas como la gestión ambiental, la eficiencia energética, la innovación tecnológica o el desarrollo sostenible.
Las empresas que invierten en la formación de su personal en estas áreas no solo mejoran su desempeño ambiental, sino que también se posicionan como líderes en innovación y responsabilidad corporativa. Además, combinar habilidades blandas y habilidades duras proporciona las herramientas necesarias para adoptar nuevas tecnologías y enfoques estratégicos que impulsen una transformación sostenible en toda la organización.
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