La salud mental en el trabajo: cómo alcanzar el bienestar en el entorno laboral

10/10/2023 | Elena Quevedo y Fernando Díez Ruiz, Universidad de Deusto

¿Conoce a Benjamina?

Benjamina tenía unos 10 años aproximadamente cuando murió, en Atapuerca (Burgos), hace 530 000 años. Tenía craneosinostosis, una enfermedad rara que afecta a menos de seis personas por cada 200 000 habitantes en la población actual. Y hoy sabemos que para sobrevivir tuvo que ser cuidada, y tener además unos cuidados especiales: ya hace 530 000 años que los seres humanos nos cuidamos unos a otros.

El cuidado hacia las personas se nutre de esa parte altruista y generosa que los seres humanos desplegamos en las relaciones que tenemos; sobre todo, en las más cercanas. De hecho, estas relaciones en el plano profesional juegan un papel fundamental en la promoción de la salud mental en el trabajo.

Los cuidados para la salud mental en el trabajo

En el mundo empresarial, a menudo vivimos muy lejos de la generosidad, de la mirada apreciativa hacia los demás y hacia nosotros mismos. 

Tenemos un sistema de amenaza muy activo, que no dirige nuestros actos hacia los cuidados propios y comunes. Nuestro sistema de amenaza no se activa únicamente cuando existe una amenaza real (por ejemplo, cuando a alguien se le despide de la empresa), sino que se activa con el pensamiento de que algo así puede ocurrir. 

La neurociencia nos señala que el 70 % del tiempo la mente está divagando de forma involuntaria, es decir, no tenemos el control de los pensamientos, y estos nos pueden meter en bucles, que nos empujan a aumentar los niveles de estrés y a empeorar nuestra salud mental en el trabajo. Y como tenemos un sesgo de preferencia atencional hacia lo negativo, que es activado por los mecanismos de supervivencia sin que nos demos cuenta, estos pensamientos no controlados suelen también tender a lo negativo.

Tenemos otro sistema de regulación emocional, el de logro, con el que nos enfocamos hacia la consecución de objetivos. En el sistema de logro generamos dopamina (neurotransmisor del placer) que resulta adictiva; por eso queremos cada vez más, nos enganchamos a conseguir, a que nos den un "me gusta", a la sensación que produce en nuestro cuerpo. La trampa se da cuando conseguir se transforma en una obsesión; entonces dejamos de segregar dopamina, porque se convierte en una amenaza, y el cortisol (hormona del estrés) entra en juego en nuestro cuerpo.

Las palancas del bienestar

El sistema de calma, que es el que produce oxitocina, nos ayuda a regularnos, a tener la sensación de satisfacción, a pensar con perspectiva, a activar el autocuidado. Cuando aumentamos el sistema de calma en nuestro organismo, disminuye el de amenaza; no pueden darse los dos a la vez. Y por lo tanto, activamos la posibilidad de cuidarnos y cuidar a los demás.

Cada vez que nos encontremos ante un conflicto que afecte a nuestra salud mental en el trabajo o en el plano personal, o un bucle de pensamiento del que no podemos salir, podemos activar el sistema de calma. Lo conseguimos, entre otros mecanismos, si:

  1. Paramos. Detenemos el sesgo de nuestro pensamiento y cambiamos de foco nuestra atención. La dinámica diaria en la sociedad occidental hace que vayamos en piloto automático, que hagamos las cosas por costumbre... Si nos quedamos pensando enganchados en pensamientos, por ejemplo, pensando todas las tareas que quedan por hacer, no vivimos en el momento presente, no dormimos bien quizás y podemos entrar en bucles de rumiación, pensando en lo mismo, que hacen que tengamos una sensación de insatisfacción, ansiedad e, incluso, pérdida de sentido. Darnos permiso para parar, respirar conscientemente y sentir y diseñar qué dirección quiero coger en el día y con qué sentido. Dirigir nuestros pensamientos hacia cuestiones que nos fortalezcan y nos hagan bien.

  2. Respiramos tres veces de forma profunda, cambiando la postura corporal. 

  3. Observamos cómo nos sentimos, qué está ocurriendo en el cuerpo.

  4. Aceptamos que nos sentimos como nos sentimos y lo "respiramos".

  5. Conversamos con nosotros mismos con amabilidad; podemos hablarnos como le hablaríamos a nuestro mejor amigo.

  6. Ponemos atención e intención y actuamos. Podemos poner intención a una cosa de nuestro día, ¿qué queremos que ocurra hoy? ¿Cómo queremos estar?

  7. Pedimos lo que necesitemos, no tenemos por qué hacerlo solos.

  8. Buscamos estar con personas con las que tenemos la sensación de confianza y seguridad.

  9. Hallamos el contacto físico, por ejemplo, los abrazos son una manera extraordinaria de entrar en el sistema de calma, aumentando la oxitocina en el cuerpo.

  10. Hacemos del agradecimiento una forma de estar en la empresa para garantizar nuestra salud mental en el trabajo.

El porqué de la labor diaria

Si logramos parar, podemos encontrar el propósito que nos lleva al sentido de trabajar donde trabajamos, al para qué. Los japoneses lo llaman ikigai. Es un término que alude a la razón de ser, la razón que hace que tengamos un horizonte que dé sentido a cada día. El sentido en el ámbito laboral no viene dado, lo tenemos que construir. 

Se dan cuatro ingredientes fundamentales para construir el ikigai: 

  1. El sentido de pertenencia a la empresa, al proyecto y saberse cuidado.
  2. Tratarse y tratar a los demás de forma amable.

  3. Ser agradecido.

  4. Vivir con cierta calma.

El papel de la empresa en la salud mental

Las empresas no son responsables del bienestar de sus equipos y su salud mental, pero sí de articular mecanismos para que cada uno pueda aumentar los niveles de autocuidado propios y comunes, de los equipos a los que pertenece. 

Hoy, retener el talento en las organizaciones pasa por habilitar espacios para el cuidado y bienestar, con el objetivo de garantizar la salud mental en el trabajo y no mirar hacia otro lado. Si queremos avanzar como sociedad debemos comprender que somos interdependientes y vivimos en una cultura de humanidad que compartimos y construimos juntos. Encontrar el sentido en el quehacer diario es vital.

Como decía el Dalai Lama:

"Casi todas las cosas buenas nacen de una actitud de aprecio por los demás”.

Algo que ya en Atapuerca lo tenían claro hace 530 000 años, como lo demuestra  el cuidado de Benjamina.

Este artículo se ha publicado en The Conversation.

 

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