A la hora de lanzar un nuevo producto al mercado o validar una idea de negocio, diseñar un producto mínimo viable o MVP se ha convertido en una de las formas más económicas e inteligentes de minimizar riesgos y aumentar las probabilidades de éxito
No importa en el sector que queramos operar o el producto o servicio que queramos lanzar. Miremos donde miremos, el porcentaje de fracasos acumulados durante el lanzamiento de nuevos productos es muy alto. Así lo confirma Clayton Christensen, reconocido profesor de la Harvard Business School, quien afirma que: “de los 30.000 productos nuevos que suelen lanzarse durante un año natural, el 95% fracasa”.
Salir al mercado sin conocer las necesidades de los consumidores o crear un producto sin comprobar si existe un hueco en el mercado para este último suelen ser las principales causas. Si quieres formar parte de ese 5% que consigue alcanzar el éxito, en este artículo, te explicamos en qué consiste un MVP, para qué sirve y cómo diseñarlo.
Un producto mínimo viable, también conocido como MVP (por sus siglas en inglés de Minimum Viable Product), es una versión inicial y simplificada de un producto o servicio que contiene solo las características esenciales para resolver el problema principal del usuario. Su principal objetivo es validar las hipótesis más importantes del negocio y obtener feedback real de los usuarios con la menor inversión posible de tiempo y recursos.
Se trata de una estrategia popularizada por Eric Ries en su libro The Lean Startup, donde establece las bases de esta metodología ágil que busca reducir el riesgo en el desarrollo de nuevos productos. Como sus propias siglas indican, un MVP debe ser:
Mínimo: en cuanto a sus características y funcionalidades.
Valioso: para los usuarios al resolver su problema principal.
Producto real: que pueda ser utilizado y evaluado por los clientes potenciales.
Aunque profesionales de todo el mundo han adoptado el MVP como una metodología útil para validar una idea o un negocio, hasta ahora ha sido complicado encontrar los límites que separan un producto mínimo viable de uno que, aunque pretende serlo, no lo es.
En general, un MVP debe cumplir con algunos puntos fundamentales:
Funcional: debe resolver el problema principal del usuario, aunque sea de forma básica. Debe ser un producto real que los usuarios puedan utilizar.
Simple: debe contener únicamente las características esenciales necesarias para resolver el problema.
Usable: debe ser fácil e intuitivo de usar para el target, con una interfaz clara y sin complicaciones innecesarias que dificulten su adopción.
Fiable: debe funcionar correctamente y ser lo suficientemente estable como para que los usuarios puedan probarlo sin frustraciones o errores graves que afecten a la experiencia.
Validable: debe permitir recopilar feedback sobre su uso para evaluar si las hipótesis iniciales son correctas y si el producto resuelve efectivamente las necesidades del usuario.
Al no haber un consenso claro sobre la definición y las características exactas de un producto mínimo viable, algunos expertos han decidido clasificarlos en dos categorías distintas:
MVP de baja fidelidad: son productos o servicios fáciles de desarrollar que permiten validar hipótesis básicas del negocio sin necesidad de crear un producto completo. Por ejemplo, prototipos muy básicos, landing pages o simulaciones básicas que representen la idea principal.
Diseñar, desarrollar y lanzar un producto mínimo viable es una estrategia que ofrece múltiples ventajas para emprendedores, startups y empresas. Sin ir más lejos, suelen utilizarlos por varios motivos:
Validar una idea de negocio: un MVP permite transformar una simple idea de negocio en algo tangible para validar si existe una demanda real en el mercado.
Reducir el tiempo de lanzamiento: al centrarse solo en las características esenciales, se puede desarrollar y lanzar el producto al mercado de forma más rápida.
Minimizar riesgos y costes: valida las hipótesis del negocio con una inversión mínima, evitando gastar recursos en características que podrían no ser necesarias o deseadas por los usuarios.
Aprender de los usuarios: facilita la obtención de feedback real y valioso sobre el producto, lo que hace posible identificar problemas, necesidades y oportunidades de mejora desde las primeras etapas.
Atraer inversores o socios: contar con un producto mínimo viable funcional demuestra el potencial del proyecto y atrae a posibles inversores, ya que pueden ver y probar el producto en funcionamiento, en lugar de basarse solo en presentaciones teóricas.
Mejorar de manera continua: permite desarrollar el producto de forma incremental, mejorando y añadiendo funcionalidades basadas en el feedback real de los usuarios. Este proceso de iteración continua ayuda a crear un producto final más alineado con las necesidades del mercado.
Evitar el fracaso: más que asegurar el éxito, un MVP contribuye a evitar el fracaso y perder tiempo, energía y recursos económicos en lanzar un producto que no tiene cabida en el mercado actual.
Cualquiera que conozca las bases de un producto mínimo viable puede diseñar su propio MVP siguiendo unos sencillos pasos. Aunque el proceso se podría resumir en diseñar, construir, medir, aprender y repetir, a continuación, desgranamos paso a paso las fases necesarias para diseñarlo:
Baja tu idea a tierra: el primer paso es transformar una idea abstracta en algo más concreto y tangible. Redacta un pequeño documento de una página que describa la solución que propones. Esto te ayudará a tener una visión más clara y estructurada de tu proyecto.
Identifica la necesidad: identifica claramente el problema o necesidad que tu producto pretende resolver. No basta con tener una idea innovadora, sino que es fundamental que resuelva un problema real y que exista un grupo de personas dispuestas a pagar por esa solución.
Analiza el mercado: analiza el mercado y la competencia para entender el entorno en el que operará tu producto. Investiga si existen soluciones similares, cómo se diferencian entre sí y qué oportunidades hay para ofrecer algo único o mejor.
Diseña un prototipo: si tu idea supera las tres fases anteriores, entonces puedes pasar a diseñar un prototipo que cumpla con las principales características de un producto mínimo viable. Piensa que debe ser funcional, simple, usable, fiable y validable.
Desarrolla tu MVP: es el momento de construir la versión inicial de tu MVP, pero solo centrándote en las características esenciales que resuelven el problema principal. Este desarrollo debe ser rápido y sin invertir muchos recursos.
Lanza y prueba tu producto: con tu MVP listo, puedes ponerlo en manos de usuarios reales. Ofrece tu producto a personas que cumplan con el perfil de tu cliente objetivo y recopila sus opiniones, sugerencias y críticas.
Mide y evalúa los resultados: analiza los datos y métricas clave que has recopilado durante las pruebas. Evalúa si tu MVP está cumpliendo con los objetivos establecidos y si realmente resuelve el problema para el que fue diseñado.
Itera y mejora continuamente: utiliza el feedback recibido para mejorar tu producto mínimo viable. Este proceso de iteración debe ser continuo, implementando cambios basados en datos reales y no en suposiciones.
¿Has llegado hasta aquí? Ahora, cuentas con un producto casi comercial que te permite validar tu idea de negocio inicial. En este punto, tendrás que optar por lo siguiente:
Acelerar: si el producto mínimo viable ha tenido éxito, será momento de acelerar para poder lanzar el producto final lo antes posible.
Pivotar: si has detectado discrepancias entre tu idea inicial y la realidad del mercado, tendrás que pivotar y adaptar tu producto según el feedback recibido.
Abandonar: si el MVP demuestra que no hay suficiente demanda o interés, será mejor abandonar el proyecto antes de realizar una inversión mayor.
A lo largo de más de una década de la idea conceptual, el producto mínimo viable ha demostrado ser una gran herramienta de negocio. Su fortaleza reside en que, en lugar de hacer suposiciones sobre lo que podría funcionar, pone el foco en pasar lo antes posible a la práctica para obtener datos reales y valorar las posibilidades de éxito de un nuevo producto o servicio.
Este enfoque pragmático es tan solo una de las muchas estrategias de negocio que están enfocadas en proporcionar una ventaja competitiva y adaptarse a las necesidades reales del mercado. Los emprendedores que se lanzan al mercado sin conocer este tipo de metodologías no solo parten con una gran desventaja, sino que pueden estar fracasando incluso antes de iniciar su negocio.
En este punto, el conocimiento, la formación y el aprendizaje continuo son claves para afrontar un mercado profesional tan competitivo y cambiante como el actual. Por ello, invertir tiempo en aprender nuevas metodologías y herramientas como el MVP no solo es una inversión en conocimiento, sino una forma de aumentar las probabilidades de éxito en cualquier proyecto empresarial que queramos emprender.
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Piloto, Clara. (13 de diciembre de 2021). Por qué fracasan el 95% de los nuevos productos que se lanzan al mercado (y cómo puedes evitar que te pase a ti). La Razón. https://www.larazon.es/educacion/20211213/qez3zu3nyfgaborsrn44ngvvey.html
Ries, E. (2011). The Lean Startup: How Today's Entrepreneurs Use Continuous Innovation to Create Radically Successful Businesses. Crown Publishing Group. https://theleanstartup.com/book