Benjamin Franklin dijo que no hay nada seguro en esta vida, salvo la muerte y los impuestos, pero podría haber añadido los exámenes, fuente eterna de ansiedad. ¿Cuál es la mejor forma de prepararse para los exámenes oficiales de inglés?
Primero hay que entender lo que es un examen. Para algunos no es nada menos que la cima de nuestros estudios y el propósito final de todo el sistema educativo ¿Qué va a salir en el examen? ¿Qué es lo que tenemos que estudiar o memorizar? Son preguntas que parten de un planteamiento que no ha evolucionado en décadas, a pesar de sucesivas leyes educativas y unas tantas innovaciones metodológicas.
Desde pequeños entendemos que vamos al colegio para sacar buenas notas y, lógicamente, nos obsesionamos con estas calificaciones hasta confundirlas con el propio proceso de aprendizaje.
En el caso de los certificados oficiales de inglés, el examen no es nada más que una manera de certificar nuestro nivel contemplado siempre como la expresión de nuestra capacidad comunicativa.
La palabra “comunicativa” es relevante porque, desde hace tiempo, los exámenes de inglés no se basan en medir nuestros conocimientos, sino en evaluar nuestras habilidades. Es el eje del Marco Común Europeo, punto de referencia para muchos sistemas de evaluación.
Empezamos por identificar el examen que nos interesa entre Cambridge, IELTS, TOEFL etc. Después, armados de realismo, debemos elegir el nivel del examen que queremos superar. Nuestro gran amigo en este proceso es de nuevo el Marco Común Europeo. Aquí encontramos todas las habilidades exigidas para cada nivel, expresadas siempre en nuestra capacidad de uso.
Es un planteamiento bastante lejano al de tratar el inglés como una asignatura escolar con su proceso tradicional de memorización y reproducción y, como tal, requiere un compromiso a largo plazo. No obstante, sigue habiendo cosas que podemos hacer para maximizar nuestras posibilidades de éxito cuando preparamos los exámenes oficiales.
El primer paso para preparar los exámenes oficiales es estudiar el formato de la prueba a la que nos vamos a presentar. Todos los exámenes oficiales tienen enlaces a estas pruebas donde podemos ver exactamente lo que nos van a exigir. También podemos encontrar exámenes de años anteriores que nos pueden servir para practicar. Las editoriales también han publicado libros de texto orientados específicamente a las exigencias de cada examen.
La primera prueba suele ser algo como Reading and Use of English y es la parte más puramente gramatical. No es un accidente que la gramática esté aquí como parte del ejercicio de lectura. A los examinadores no les interesan nuestros conocimientos teóricos de gramática; lo que pretenden es evaluarlos dentro de un contexto. De ahí viene la frase "Use of English".
Para preparar los exámenes oficiales, es necesario leer todo lo que podamos, de manera activa, incorporando nuevo vocabulario y estructuras como armas comunicativas.
Aplicamos el mismo planteamiento a la expresión escrita. Para preparar los exámenes oficiales, nuestro enemigo tradicional es la traducción, el intento de trasladar literalmente frase por frase del castellano al inglés que jamás ha funcionado.
La clave para escribir bien es primero pensar con rigor exactamente lo que queremos comunicar, organizar nuestras ideas y después emplear el inglés que sepamos para llevarlo a cabo.
Nuestro mejor aliado es la frase hecha, que a veces no tiene sentido literal y que, desde luego, será casi siempre diferente al castellano. Debemos tener recursos para expresar una opinión, acuerdo y desacuerdo, hacer sugerencias, quejarnos, y cambiar de tema o presentar una idea nueva.
La comprensión oral es otra destreza que hay que desarrollar con constancia para preparar los exámenes oficiales. Dependiendo del nivel, podemos encontrarnos con una conversación sencilla o una sopa de acentos y dialectos. Es cuestión de exponernos continuamente al inglés, y esto nunca ha sido tan fácil como hoy, con recursos casi ilimitados cada vez que cogemos el móvil.
Para mejorar nuestra comprensión auditiva, el vocabulario es fundamental. Si no sabemos las palabras, no las podemos entender, por muy despacio que nos hablen. Y también debemos saber las normas básicas de la pronunciación inglesa, su fonética y su ritmo. No hemos aprendido una palabra si no sabemos cómo se pronuncia y, si no sabemos esto, tampoco la podemos entender.
Finalmente, viene quizás la parte más estresante de los exámenes oficiales: la prueba oral. Y, de nuevo, lo que quieren medir aquí es la calidad de nuestra comunicación expresada en nuestra capacidad de construir frases, nuestra riqueza léxica, nuestro nivel de inteligibilidad, y los recursos que tenemos para mantener viva la comunicación en momentos difíciles.
En el corto plazo, lo que podemos hacer es armarnos de frases hechas, saber pronunciarlas y, sobre todo, grabarnos, escucharnos y ganar confianza. A nadie le va a salir bien una prueba oral si no la ha practicado muchas veces antes.
Puede ser que este no sea nuestro año, o que aún nos queden niveles para superar, pero si entendemos que el inglés no es una asignatura escolar que se puede batir con pruebas de memoria y, en cambio, nos abrimos a una mentalidad comunicativa, pronto los exámenes dejarán de asustarnos. Y entonces no solo tendremos unos certificados más, sino que habremos adquirido nuevas habilidades para la vida misma.
Este artículo se ha publicado en The Conversation.
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