Pasamos una gran parte de nuestro tiempo en el trabajo, por lo que, si no nos sentimos felices, ¿qué ocurre? Probablemente, seremos poco productivos y estaremos desmotivados. Sin ir más lejos, el 80,9% de los encuestados considera que un mal jefe puede ser un motivo determinante para dejar su trabajo, según un informe de Adecco.
En este sentido, entre las conductas que más afectan el ambiente laboral, se encuentra la temida microgestión. Esta práctica, caracterizada por un excesivo control y la falta de confianza, es uno de los problemas más habituales e impacta directamente en la satisfacción y el bienestar de los empleados.
Entonces, ¿la microgestión es beneficiosa o perjudicial? ¿Cómo se puede evitar o mitigar su influencia para fomentar un entorno laboral más saludable? A continuación, te explicamos en qué consiste la microgestión y qué técnicas de gestión efectivas se pueden aplicar para evitarla.
La microgestión es un modelo para organizar equipos que se basa en que la persona que los coordina realiza un seguimiento de cerca de las tareas de todos los miembros del equipo para mejorar aspectos del trabajo.
El objetivo es mejorar el rendimiento, pero puede haber consecuencias negativas derivadas de las características de la misma microgestión. En este sentido, algunas de sus características principales son las siguientes:
Estructura jerárquica. Con la microgestión, no hay un líder que coordine al equipo, en cambio, hay un jefe que da órdenes e impone su opinión. El superior exige a su equipo cómo quiere que se hagan las tareas, qué tareas son prioritarias y establece los plazos en los que se debe hacer cada una. Además, a menudo, muchas de ellas tienen unas fechas de entrega inalcanzables o poco realistas (para “ya”).
Control excesivo. El jefe del equipo controla todos los detalles, no deja espacio para la autonomía de sus empleados. Por ejemplo, solicita estar en copia de todos los correos, pide explicaciones sobre dónde está cada persona en todo momento y qué está haciendo o solicita informes periódicos frecuentes sobre el trabajo que se está realizando.
Sobrecarga de trabajo. La exigencia es excesiva y puede suponer una sobrecarga de trabajo tanto para el jefe como para los miembros del equipo, ya que el superior se resiste a delegar y los empleados deben realizar informes y reportes constantes para que se controle su trabajo.
Ahora que ya sabes qué es la microgestión y qué características la definen, habrás podido llegar a la conclusión de que, si bien es posible que esta práctica se lleve a cabo con la intención de garantizar la calidad de los procesos, conlleva una serie de desventajas significativas que pueden obstaculizar el desarrollo eficiente de los procesos de un equipo:
Pérdida de tiempo. Los miembros del equipo no son independientes y se pierde mucho tiempo en controlar detalles que son superfluos o en realizar tareas irrelevantes como, por ejemplo, realizar informes de cada tarea que se hace.
Reducción de la creatividad. El superior impone su criterio, por lo que se reduce la creatividad del equipo. En este sentido, no hay lugar para nuevas ideas ni para la innovación. Asimismo, la imposición de opiniones genera trabajadores que no sienten que se valoran sus aportaciones e ideas.
Desmotivación e insatisfacción laboral. En relación con todo lo anterior, el equipo siente que no se tiene en cuenta su opinión y pierde la motivación y la confianza tanto en la empresa como en el líder. Esto genera insatisfacción laboral, desconfianza, un mal clima de trabajo y fuga de talento.
Y es que existe una estrecha relación entre el compromiso de los empleados y los líderes de equipo. De hecho, según el informe El estado del lugar de trabajo elaborado por Gallup, la falta de compromiso que sienten los trabajadores con la empresa es atribuible a factores económicos, personales y sociales, pero, en el 70% de los casos, se debe a la persona que lidera el equipo.
Menor eficiencia. La microgestión supone poner el foco en la detección de errores poco importantes o en detalles irrelevantes, por lo que se reduce la eficiencia y la productividad. Esto no solo afecta a los empleados, sino también a la organización en todo su conjunto.
La microgestión tiene consecuencias negativas tanto para el equipo en sí como para la empresa, por lo que es necesario aplicar técnicas de gestión de equipos efectivas. Para ello, se deben tomar medidas como las siguientes:
Fijar objetivos. Para gestionar de forma ágil equipos de trabajo, es importante fijar objetivos a corto, medio y largo plazo. Los objetivos deben ser medibles y realistas, y se debe fijar un tiempo determinado para cumplirlos. De este modo, todo el equipo trabaja hacia la misma dirección y de forma coordinada.
Delegar. Un buen líder sabe detectar las fortalezas de cada miembro del equipo y delega las tareas a cada uno según esas habilidades. No obstante, a la hora de delegar, es muy importante que consideres los siguientes aspectos:
Aporta toda la información y los recursos necesarios para que cada tarea delegada se pueda realizar.
Asume que puede haber errores en el trabajo realizado y ayuda a detectarlos y resolverlos.
Proporciona feedback a los miembros del equipo de forma positiva, esto es, hablando de aspectos a mejorar y no de errores.
Comunicarse de forma eficiente y constante. La comunicación es una de las bases de un buen trabajo en equipo. Se trata de escuchar de forma activa a todos los miembros, fomentar la participación y buscar soluciones a los problemas de forma conjunta. Para ello, las personas que forman parte del equipo deben sentir la confianza suficiente para plantear sus dudas y preguntas. Es decir, el líder debe apoyar al equipo para que sientan que pueden acudir a él ante cualquier obstáculo o preocupación.
Aplicar la supervisión estratégica. En lugar de centrarse en los detalles y controlar al máximo el trabajo, los líderes pueden supervisar de forma estratégica. Para ello, pueden establecer puntos de control en determinados aspectos de los proyectos y dejar libertad a los empleados en el resto. En este sentido, existen metodologías ágiles como Scrum que permiten trabajar los proyectos por partes en microequipos y cumplir con los objetivos de manera más fácil.
Saber gestionar equipos no es una tarea sencilla, dado que requiere de tiempo, esfuerzo, empatía y una gran dosis de paciencia para que todo el equipo “reme” hacia el mismo rumbo. Sin embargo, esto demanda un equilibrio entre habilidades directivas y una comprensión profunda de las necesidades individuales de cada integrante; de ahí la importancia de nunca dejar de aprender para mejorar estas soft skills que contribuyen a crear un sentido de pertenencia a la empresa y un equipo de alto rendimiento.
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