Una microcredencial es una forma innovadora de certificar electrónicamente el aprendizaje de conocimientos, habilidades y competencias específicas a través de una breve experiencia educativa. La emisión de estas microcredenciales, que pueden realizar tanto entidades públicas como privadas, permite la recualificación y formación continua, y sirven también para complementar o integrarse en programas formales de educación.
Algunos ejemplos de las competencias y habilidades que podemos acreditar a través de microcredenciales son el análisis de datos con Excel, habilidades de liderazgo como la comunicación efectiva en equipos de trabajo, la innovación para la sostenibilidad, el manejo de idiomas específico de determinadas áreas como inglés de negocios o para enseñar, un determinado nivel de idiomas, un determinado nivel de competencia digital o la inteligencia artificial generativa para la creación de imágenes.
Las ventajas de las microcredenciales digitales son diversas:
Previenen la falsificación y el fraude de títulos, ya que están firmadas electrónicamente y se puede comprobar quién las firma.
Su portabilidad y accesibilidad permiten almacenarlas fácilmente en dispositivos electrónicos y compartirlas con instituciones académicas y empleadores, tanto a nivel nacional como internacional.
Son fácilmente verificables y, al estar en formato electrónico, se pueden procesar automáticamente, facilitando la extracción de información como qué contenidos hemos aprendido, habilidades que hemos conseguido, calificaciones, etc. Esto permite establecer mecanismos automáticos para evaluar si un determinado currículum (formado por una serie de microcredenciales) cumple con los requisitos de una oferta laboral o detectar qué formación necesitamos para optar a un determinado puesto de trabajo, etc.
Aunque el término microcredencial representa originalmente una certificación electrónica, también se usa para denominar a la formación breve que da lugar a la emisión de este documento electrónico. En Europa, se está apostando fuertemente por este nuevo modelo y, por ejemplo, en España hay una importante financiación (50 millones de euros) para el desarrollo de las microcredenciales universitarias (Plan Microcreds) que, en particular, deben satisfacer las siguientes condiciones:
Tener una duración inferior a 15 ECTS, de European Credit Transfer and Accumulation System, que es un sistema para mejorar la comprensión de los resultados de aprendizaje y la carga de trabajo asociada. Por ejemplo, un año completo de estudios o trabajo equivale a 60 ECTS.
Estar centradas en la adquisición de conocimientos, habilidades o competencias específicas.
Ofrecerse en un formato flexible y adaptable a las diversas necesidades y limitaciones de disponibilidad del alumnado adulto, en modalidad presencial, virtual o híbrida o semipresencial.
Estar definidas de acuerdo con una estructura modular, de manera que cada formación puede tener sentido de forma independiente y, a la misma vez, acumularse y combinarse en credenciales más amplias (por ejemplo, grados o másteres) de acuerdo con la definición de un itinerario formativo personalizado.
Consciente de la importancia de lo que se emite, la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) ha establecido el marco para el aseguramiento de la calidad de las microcredenciales universitarias. Además, el grupo de trabajo creado por Crue (asociación que representa a las universidades españolas) y RUEPEP (Red Universitaria de Estudios de Posgrado y Educación) ha realizado orientaciones para el diseño y acreditación de las credenciales universitarias.
Europa es un claro ejemplo de la apuesta por las microcredenciales, pero no es la única región donde están experimentando un auge, y podemos encontrar iniciativas en distintos países de América Latina, como México (por ejemplo, el Tecnológico de Monterrey, que está emitiéndolas en blockchain), Colombia (la corporación UNIMINUTO), Uruguay (el Instituto Nacional de Empleo y Formación), Costa Rica (CINDE) o Perú (la Universidad Continental). Igualmente, podemos encontrar iniciativas en Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Singapur.
Para la gestión de las microcredenciales, es fundamental contar con plataformas informáticas que las soporten y que faciliten los procesos de emisión, almacenamiento, compartición, verificación y revocación. De esta manera, pueden ser compartidas con empresas, administraciones públicas u otras personas y también dejar de estar vigentes cuando corresponda.
Desde Europa, han surgido dos iniciativas principales que facilitan este propósito:
European Digital Credential for Learning (EDC). Ofrece una infraestructura proporcionada por la Unión Europea a través del portal web de Europass que permite almacenar nuestras microcredenciales con el fin de utilizarlas para crear nuestro currículum, buscar ofertas de empleo y optar a ellas.
European Blockchain Services Infrastructure (EBSI). Por su parte, EBSI es la primera infraestructura blockchain del sector público en Europa y que contempla dos escenarios principales de uso: educación y seguridad social. En educación, permite a las organizaciones de educación superior compartir diplomas y microcredenciales con empleadores o universidades.
A diferencia de EDC, las microcredenciales se almacenan en una aplicación móvil denominada cartera digital o wallet instalada en el móvil del usuario. De esta forma, es la persona quien tiene el control de sus microcredenciales y decide con quién y cuándo las comparte. Con el reglamento eIDAS2 (el reglamento para el establecimiento de un marco de identidad digital europeo), se espera que pronto dispongamos de una cartera europea de identidad digital donde almacenar, gestionar y validar distintos tipos de credenciales digitales (identidad, educativas, etc).
Las microcredenciales emitidas por EDC o EBSI deben estar expresadas en un lenguaje que permita describir los distintos elementos que forman parte de la microcredencial (nombre del curso, contenidos, habilidades, competencias específicas, metodologías docentes empleadas, actividades realizadas para obtener la microcredencial, cómo se ha realizado la evaluación, resultados obtenidos, etc.) de forma que se puedan procesar de forma automática.
El lenguaje adoptado por EDC y EBSI para este propósito ha sido el Modelo Europeo de Aprendizaje (ELM, European Learning Model), creado por la Comisión Europea. Este lenguaje permite transmitir la información en 29 idiomas, y utilizándolo podemos expresar no solo las microcredenciales, sino también oportunidades de aprendizaje (ofertas de cursos), cualificaciones, acreditaciones, etc.
Al expresar toda esta información académica de una forma estandarizada, se facilita el reconocimiento de cualificaciones y validación de habilidades, promoviendo una cultura de la mejora de competencias, el reciclaje profesional y el aprendizaje a lo largo de la vida.
Con ELM, podemos especificar, por ejemplo, que hemos superado un curso de inglés para negocios, que se ha realizado de forma digital, que nos han evaluado a través de un examen oral y que hemos trabajado la comunicación oral y la escrita.
Para emitir microcredenciales usando ELM en EDC o EBSI, universidades y empresas están desarrollando proyectos y pilotos que se espera que en breve estén desplegados (CertiDigital, CAD, CAMINS, DC4EU) y han creado grupos de trabajo para el diseño y acreditación de microcredenciales universitarias (grupo de Crue-RUEPEP). Debido a todos estos avances, ya se están realizando las primeras formaciones basadas microcredenciales.
En resumen, las microcredenciales se perfilan como la nueva forma de certificar nuestros conocimientos, habilidades y competencias en un entorno digitalizado y globalizado. Esto, aunado al desarrollo de la tecnología y los distintos procesos para su diseño y acreditación, establece las bases necesarias para la adopción de las microcredenciales tanto para las instituciones educativas como para el mercado laboral. Adopción que será relevante, sobre todo, para la formación continua y la recualificación para poder acreditar los logros que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida.
Este artículo se ha publicado en The Conversation.
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