La incorporación de la inteligencia artificial generativa a los procesos de enseñanza y aprendizaje alterará el statu quo educativo dejando obsoletas algunas prácticas y abriendo las puertas a grandes avances e innovación educativa. Los docentes de hoy y del futuro no pueden pensar en ejercer su profesión sin tener en cuenta esta tecnología.
Pronto muchas funciones docentes serán realizadas por la inteligencia artificial. Somos libres de querer ver o no esto, de ofrecer resistencia o de negarnos a admitirlo, pero al igual que la aparición de la escritura, la imprenta o internet fueron disruptivas y supusieron una profunda transformación, estamos en uno de esos momentos de inflexión y ante una gran oportunidad para la innovación del sector a través de la aplicación de la IA en educación.
El número de procesos en los que la inteligencia artificial generativa puede sustituir crece exponencialmente. Ahora mismo, la IA en educación sirve para la generación de contenidos, guías docentes, presentaciones temáticas, diseño de asignaturas (para cualquier etapa), actividades y proyectos, rúbricas, contenidos multimedia en cualquier idioma, vídeos explicativos con voz e imagen humanas, pruebas de evaluación, etc. Ya, en este momento, con unos prompts (comandos) adecuados, la IA puede generar todos los materiales educativos de una asignatura o de una titulación, a partir de un extracto del BOE, una memoria de grado o máster o, simplemente, una idea.
Asimismo, el número de procesos en los que la IA en educación puede sustituir (podríamos decir suplantar) al estudiante también crece. Aunque es lo que más preocupa a los profesores y maestros, estas cuestiones son árboles que no nos permiten ver el bosque. El problema de la suplantación de procesos intelectuales del estudiante (trabajos de investigación, solución de problemas, redacción de textos, comentarios o reflexiones) se soluciona con la misma tecnología que lo provoca.
Para resolverlo, podemos usar la clase invertida. Mientras que la inteligencia artificial se usa en casa o ayuda en la explicación de contenidos y enseñanza de métodos, en el aula, el docente trabaja con los estudiantes, la aplicación de los conocimientos y las habilidades "en vivo y en directo".
Redacciones en papel (o en dispositivo sin acceso a aplicaciones de inteligencia artificial), reflexiones en forma de debate, presentación oral de trabajos, exámenes, todo aquello donde el estudiante tiene que demostrar la adquisición de los conocimientos y de sus competencias relacionadas se realiza en interacción directa y presencial con el profesor.
Vamos a lanzar nuestra mirada un poco más lejos y desde un poco más arriba: vamos a intentar ver el bosque.
La IA en educación no solo nos va a liberar de muchas tareas y procesos que implican mucho tiempo, también nos puede permitir hacer algo que hoy es "materialmente" imposible para un docente en activo: ofrecer, a cada uno de nuestros alumnos, un plan personalizado de aprendizaje. Atender a las necesidades particulares derivadas de sus motivaciones, competencias, conocimientos previos, consideraciones culturales o religiosas, estilo de aprendizaje, etc.
Más que una atención a la diversidad, concepto basado en una comparación entre personas al enfrentar sus diferencias, sería una atención a la individualidad, a aquello que nos define como personas únicas, independientemente de la comparación con otros. Una inteligencia artificial lo puede hacer, pero debe ser entrenada.
Permitámonos imaginar el siguiente panorama educativo futuro, utópico o distópico (lo dejo a la elección del lector): grandes expertos en pedagogía, psicología, neurociencia, logopedia, sociología, arte, filosofía y ciencia entrenan motores de IA educativa.
Estos motores debidamente entrenados son capaces de generar programas de aprendizaje de máxima calidad académica y de máxima adaptación individual al estudiante. Las instituciones educativas pueden adquirir el acceso a estos motores o entrenar los suyos propios, con sus propios equipos de expertos.
Este escenario de la inteligencia artificial en la educación plantea una cuestión delicada. Si la IA está entrenada por grandes expertos y genera todos los elementos necesarios para la docencia orientada a un aprendizaje personalizado, ¿está, con ello, preparada para ejercer la función docente?
En este punto, debemos hacer una distinción entre etapas educativas. En las primeras, las de educación infantil y primaria, el propósito es acompañar al niño en la adquisición de habilidades y competencias personales, sociales, de aprendizaje y de relación con el entorno, y potenciarlas al máximo. En esta etapa, el acompañamiento y guía humanos parecen insustituibles, pues se está formando a una persona.
La IA podría utilizarse para generar los planes individuales de aprendizaje de cada niño, y el maestro se encargaría de acompañar y hacer un seguimiento de los procesos, evaluar el alcance de los objetivos de aprendizaje y, en función de ellos, solicitar a la IA un nuevo desarrollo con los reajustes necesarios.
En la transición entre primaria y las etapas de secundaria y formación profesional se podrían incorporar, paulatinamente, ciertas intervenciones de la IA en educación: explicaciones de conceptos, resolución guiada de problemas u operaciones, con solución única (física, química, matemáticas), entrenamiento en gramática, pronunciación en otros idiomas, etc. Los niños también pueden empezar a usar la IA para resolver las dudas que les surgen fuera del aula y así aprender a gestionar de forma más autónoma su propio proceso de aprendizaje.
La siguiente etapa educativa puede ser, o bien la educación superior, o simplemente un aprendizaje a lo largo de toda la vida, en otros formatos. Aquí se abre la posibilidad de cursar estudios en los que la IA, debidamente entrenada, genere, imparta, evalúe y valide el aprendizaje de un adulto. Se puede ver así: la IA, entrenada por expertos humanos, entrena a otros humanos.
Pueden conservarse interacciones puntuales con docentes para validar la adquisición de conocimientos y competencias, si el área de formación o profesionalización lo requiere. Es, probablemente, lo que ocurra por ahora, en relación con la adquisición de competencias o desarrollo de características específicamente humanas, como el pensamiento crítico, la responsabilidad, espíritu colaborador, empatía, valores, etc. La capacidad para valorar y evaluar estos aspectos tan humanos probablemente tarde en entrenarse en las IAs o, a lo mejor, no se consigue nunca.
En este panorama imaginario de la inteligencia artificial aplicada a la educación somos imprescindibles ―por ahora― si somos maestros de infantil o primaria, expertos (no simplemente titulados) de un área de conocimiento, expertos docentes de área o, mejor, ambas cosas: expertos académicos de área y expertos docentes en la adquisición de los conocimientos y competencias de dicho área.
Así podremos entrenar inteligencias artificiales docentes, para que estas puedan generar los mejores y más personalizados programas de aprendizaje. Es un nuevo camino que se suma al profundo propósito de la educación: servir a las personas para que alcancen su máximo potencial humano.
Este artículo se ha publicado en The Conversation.
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