“Reflexionar serena, muy serenamente, es mejor que tomar decisiones desesperadas”. Esta cita de Franz Kafka, uno de los escritores más influyentes del siglo XX, encaja a la perfección con el modelo explicativo conocido como escalera de inferencias, una herramienta que nos ayuda tanto a tomar mejores decisiones como a evitar caer en suposiciones y cometer errores.
Y es que, tanto en nuestra vida profesional como personal, se presentan de manera constante situaciones que nos hacen tomar decisiones difíciles. No obstante, decidir con base en suposiciones o información incierta puede llevarnos a resultados poco satisfactorios e, incluso, a situaciones aún más complicadas.
A pesar de todo, tomar mejores decisiones es posible si nos tomamos un periodo de reflexión donde analizamos la situación de forma realista. Esto es, precisamente, por lo que apuesta la escalera de inferencias. A continuación, te explicamos en qué consiste, cuáles son sus distintos niveles y cómo podemos ponerla en práctica para mejorar nuestra toma de decisiones.
La escalera de inferencias es una herramienta que permite dividir en pequeños pasos el proceso de abstracción que suele darse de forma común en la toma de decisiones. El modelo fue propuesto por primera vez por el teórico organizacional Chrys Argyris y se popularizó gracias al libro The Fifth Discipline: The Art and Practice of the Learning Organization, escrito por el científico y filósofo Peter Senge.
Para desgranar el proceso que llevamos a cabo en la toma de decisiones, el cual a menudo es más subconsciente de lo que creemos, se emplea como referencia los peldaños de una escalera; de ahí su nombre. Cada peldaño, con un total de siete, representa cada uno de los pasos que damos hasta llegar a una conclusión.
Por tanto, la escalera de inferencias permite afrontar un periodo reflexivo que nos permite analizar la situación de forma realista. De este modo, podemos recopilar más información para tomar mejores decisiones, evitando errores por falta de datos, malinterpretaciones, sesgos cognitivos, creencias, emociones y otros factores que pueden influir negativamente a la hora de tomar una decisión.
Incluso cuando pensamos de manera consciente en un problema, el proceso mental de toma de decisiones es tan rápido y automático que es fácil perderse durante el camino. Esto puede provocar malentendidos y conflictos no deseados.
Para evitar este tipo de situaciones, sobre todo a la hora de tomar decisiones importantes, podemos utilizar la escalera de inferencias, la cual nos ofrece una serie de instrucciones para reflexionar. Estas se dividen en 7 peldaños que nos llevan de la toma de conciencia a la decisión y acción:
El primer peldaño de la escalera de inferencia nos invita a tomar contacto con la realidad. El objetivo es observar los hechos o la situación en la que estamos involucrados, intentando evitar cualquier tipo de juicio, para tratar de ver las cosas tal y como son.
Ejemplo: imagina que se te ha asignado una tarea importante en el trabajo y estás teniendo dificultades para completarla. El primer paso, sería tomar conciencia de que la tarea asignada es más compleja de lo que haces de manera habitual.
En el segundo escalón, el objetivo sería empezar a recopilar datos que pueden ayudarnos a tomar una decisión. En este punto, es importante verificar que los datos que estamos utilizando son objetivos y realistas, ya que los prejuicios, creencias y suposiciones son los que nos llevan a tomar decisiones erróneas o poco acertadas.
Ejemplo: después de ver la dificultad de la tarea, calculas que necesitarás más horas para completarla. Sin embargo, tras varias horas, la tarea sigue bloqueada.
En el tercer nivel, el objetivo será agregar contexto a los datos, es decir, es el momento de analizarlos e interpretarlos para verificar en qué situación nos encontramos. Aquí podemos empezar a añadir una visión subjetiva basada en experiencias anteriores.
Ejemplo: según tu experiencia, para completar la tarea, necesitarás adquirir nuevas habilidades, extender la fecha de entrega y contar con apoyo de un compañero. Sin embargo, como no cuentas con nada de esto, el agobio sigue en aumento.
Tras analizar los datos y ponerlos en contexto, el siguiente paso en la escalera de inferencias suele colocarlo ante las peligrosas suposiciones. Se trata de conclusiones a las que llegamos de manera anticipada, en función de nuestras emociones y creencias más arraigadas. Estas pueden ajustarse mejor o peor a la realidad, y, aunque es imposible adivinar el futuro, lo intentamos de forma constante.
Ejemplo: dada la situación actual, supones que es bastante probable que no puedas completar la tarea a tiempo.
Llevando nuestras suposiciones un paso más allá, en este nivel de la escalera de inferencias, hay que llegar a conclusiones. Dependiendo del camino que se ha tomado, estas pueden ser más o menos acertadas, pero, debido al proceso que se ha seguido, suelen ser lógicas.
Ejemplo: llegas a la conclusión de que, definitivamente, no vas a acabar a tiempo la tarea asignada, ya que no tienes los recursos necesarios.
Una vez que la conclusión retumba en nuestra cabeza, entran en juego las creencias y la experiencia de cada persona. Estas nos llevan a imaginar situaciones futuras y qué consecuencias podrían tener. Esto provoca una especie de círculo vicioso, donde nuestras creencias afectan a la toma de decisiones que, a su vez, refuerza nuestras creencias.
Ejemplo: te convences de que, si no cumples con la tarea asignada a tiempo, tu superior se enfadará y dudará de tus capacidades. Por ello, no te asignará este tipo de tareas en el futuro, y el puesto de trabajo puede correr peligro si esto se repite.
El último peldaño de la escalera de inferencias nos lleva a la acción, un momento en el que, a partir de toda la información recopilada, tomamos la decisión final. El camino recorrido determinará si la acción que vamos a realizar nos llevará a solucionar el problema de forma efectiva o si, por el contrario, tomaremos una decisión poco acertada que acabará confirmando nuestros peores presagios.
Ejemplo: dado que no deseas acabar en una situación de vulnerabilidad en el trabajo, decides hablar con tu superior para explicarle la situación. El objetivo será conseguir más tiempo y solicitar el apoyo y las herramientas necesarias para completar la tarea de manera correcta.
Si tenemos en cuenta el ejemplo anterior, podemos verificar cómo la escalera de inferencia puede ayudarnos a mejorar nuestra toma de decisiones, ya que evita que el nerviosismo se apodere de nosotros y, en consecuencia, tomemos decisiones que tienen consecuencias negativas. Lo que propone este método es, precisamente, que, ante este tipo de situaciones difíciles, nos demos la oportunidad de parar un segundo a analizar la situación, lo que nos da una perspectiva más completa y realista.
Sin embargo, para aplicar la escalera de inferencias de maner correcta, hay que seguir estos pasos:
Identifica: el primer paso es identificar que nos encontramos en una situación en la que vamos a tener que tomar una decisión. Sin importar en el punto que te encuentres, deberás hacer retrospección para detectar en qué peldaño de la escalera estás.
Retrocede: una vez que conocemos el punto actual, será momento de bajar escalones, incluso al primer escalón si es necesario. El objetivo será ampliar los datos y contexto que tenemos para así poder reajustar el proceso subconsciente y llegar a otras conclusiones y escenarios.
Vuelve a subir: después de tomar perspectiva de la situación, volveremos a subir escalones. Probablemente, tu perspectiva habrá cambiado y empezarás a construir otros argumentos que se adapten mejor a la realidad. Esto te ayudará a llegar a conclusiones más realistas y tomar decisiones que se ajusten mejor a tus deseos y necesidades.
A pesar de que, en ocasiones, tomar decisiones es complicado, es algo que forma parte de nuestra vida cotidiana; de ahí la importancia de conocer y aplicar herramientas como la escalera de inferencias. No obstante, no es la única, dado que existen otras formas que nos ayudan a tomar decisiones difíciles como, por ejemplo, el método PROACT, una técnica para analizar y resolver problemas.
Por otro lado, el autoconocimiento, la gestión de las emociones, la identificación de riesgos, la experiencia, el análisis retrospectivo de tus decisiones, el análisis de datos o el apoyo de otras personas también son puntos importantes.
Sin embargo, si hay un punto que puede marcar la diferencia a la hora de tomar decisiones, es, sin duda, el aprendizaje continuo a través de la capacitación adicional. Y es que la resolución de problemas es una habilidad que puede mejorarse mediante el estudio y su puesta en práctica. Además, se trata de una habilidad cada vez más demandada en el entorno profesional.
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