Seguro que conoces el dilema del tranvía de Philippa Foot: un tranvía va fuera de control y matará a cinco personas, pero si accionas una palanca, se desviará matando solo a una. ¿Lo harías? ¿Tu respuesta sería la misma si esa única víctima fuera tu ser más querido? Aquí entra en juego la escala de valores de cada persona.
Y es que, aunque pienses que todo el mundo daría la misma respuesta, la jerarquía de valores de cada individuo influye en su actuación. Por ejemplo, habrá quien tenga un fuerte sentido del bien común y opte por matar tan solo a una persona, sea quien sea el fallecido. Sin embargo, también habrá quien cambie de opinión y se acoja a la primera opción al conocer la identidad de la víctima. Es más, las decisiones pueden ir cambiando conforme se añaden nuevas versiones al dilema moral, por ejemplo: si uno de los cinco individuos es alguien que odias, si en lugar de personas las pérdidas son ecológicas o monetarias, si tienes que empujar tú a alguien para salvar a cinco, etc.
Este proceso de análisis sobre lo que está bien o está mal se repite en cada toma de decisiones. ¿Sabías que te enfrentas a una media de 35.000 elecciones a lo largo del día de forma más o menos consciente? Por eso, contar con una escala de valores definida y sólida te permitirá actuar con agilidad y coherencia. Pero, ¿sabes cómo puedes diseñar tu propia pirámide moral?
Si te sigues preguntando qué es la escala de valores, la respuesta es que se trata de un concepto que se refiere al conjunto de principios y creencias que cada persona considera importantes y que guían sus decisiones y comportamientos. Por ejemplo, entre los valores más comunes, podemos encontrar la honestidad, la lealtad, la justicia, la libertad, etc. No obstante, cada individuo tiene su propia interpretación del mundo.
Además, esta escala debe ser una lista jerarquizada, es decir, los valores deben estar ordenados por prioridad. De este modo, se puede concretar qué valores regirán tu respuesta cuando haya varios en juego. Así, si tu escala de valores se compone jerárquicamente de honestidad y fidelidad, nunca esconderías una información para proteger a un amigo; sin embargo, si el orden es el inverso, sí que lo harías cuando consideres que lo exigen las circunstancias.
¿Y de qué depende la construcción de cada jerarquía? La escala de valores de cada persona se verá influenciada por diversos factores:
Características personales. Cada individuo tiene una personalidad distinta que afecta sus valores. Por ejemplo, alguien extrovertido podría valorar más las relaciones sociales, mientras que una persona introspectiva puede priorizar el conocimiento y la reflexión.
Percepción del valor. La forma en que percibes la importancia de cada valor también influye. Por ejemplo, si has experimentado injusticias, lo más seguro es que valores más la equidad.
Situación contextual. También, el entorno y las circunstancias en las que te encuentras pueden alterar tu escala de valores. Así, en situaciones de crisis, los valores de seguridad y supervivencia pueden cobrar mayor importancia. Incluso, los principios rectores de una persona varían en función de la situación de grupo en la que se encuentre, según sostiene una investigación publicada en Nature Communication. Se trata de un sesgo cognitivo que se conoce como efecto Bandwagon.
En cualquier caso, una escala de valores bien definida proporciona múltiples beneficios. En concreto, tener clara tu guía ética y moral te ayuda a tomar decisiones alineadas con lo que realmente te importa. De este modo, no solo podrás responder a cualquier desafío más rápidamente, sino que también sabrás distinguir entre lo esencial y lo accesorio. Esto aumenta tu coherencia, reduciendo los sentimientos de inquietud, malestar o preocupación. De ahí que las personas con una clara jerarquía de valores se sientan más satisfechas consigo mismas y con sus actos.
Asimismo, en el plano profesional, al actuar coherentemente, vas a ganar seguridad, lo que te permite también generar confianza en los demás y mejorar tus dotes de liderazgo. De hecho, la integridad, es decir, esa capacidad de mantenerse fiel a los propios ideales en la toma de decisiones, es una de las cualidades imprescindibles de un buen líder, de acuerdo con el Foro Económico Mundial.
Y es que esta consistencia de comportamiento también provoca un efecto positivo en las propias empresas. En este sentido, cuando las organizaciones desarrollan una sólida escala de valores, mejora el trabajo en equipo, se reducen los conflictos, se facilita el seguimiento del propósito de la compañía y aumenta la fidelidad de la plantilla y del público objetivo. ¿Sabías que, según un estudio de Appinio, el 95% de los consumidores tiene en cuenta los valores a la hora de elegir una marca?
Consciente de la importancia de diseñar tu escala de valores, ¿cómo puedes proceder a su elaboración? Lo primero es conocer los diferentes tipos de valores que existen para poder evaluar cuáles consideras relevantes. En este sentido, se puede distinguir entre:
Éticos: valores relacionados con lo correcto e incorrecto, como la honestidad y la justicia.
Sociales: valores que influyen en las interacciones con los demás, como la empatía y el respeto.
Emocionales: valores que impactan en tu bienestar emocional, como el amor y la felicidad.
Biológicos o de desarrollo: valores que afectan al crecimiento personal y físico, como la salud y la educación.
Económicos: valores relacionados con la estabilidad financiera y el éxito económico, como la ambición o la generosidad.
Estéticos: valores que aprecian la belleza y la armonía, como la creatividad y la apreciación del arte.
Existen algunos modelos para crear tu propia escala de valores. Estos son los tres más utilizados:
El psicólogo Simon Dolan propone el Modelo Triaxial, que organiza los valores en tres ejes principales:
Valores éticos: son aquellos que afectan a las relaciones sociales, como la honestidad, la responsabilidad o la transparencia.
Valores emocionales: son los enfocados en el bienestar personal y el estado interior, como la felicidad, el amor, la paz, etc.
Valores económicos: se componen de los valores relacionados con la eficiencia y el éxito, como la competitividad, la perseverancia o la innovación.
Este modelo permite un equilibrio entre distintos tipos de valores, asegurando que no se descuiden aspectos esenciales del desarrollo personal y profesional.
Junto a este modelo de escala de valores, Shalom Schwartz desarrolló otra teoría que agrupa los valores en un continuo circular, donde se identifican diez tipos de valores universales, divididos en cuatro dimensiones contrapuestas:
Apertura al cambio vs. conservación: recoge los valores tendentes a la mejora continua de la persona, como la estimulación o autodirección, frente a aquellos que priorizan la seguridad y la tradición, como la seguridad, conformidad y tradición.
Autotrascendencia vs. automejora: valores que buscan el bienestar de otros, como el universalismo o la benevolencia, frente a aquellos que buscan la mejora personal, como el hedonismo, el logro o el poder.
Este enfoque ayuda a visualizar cómo ciertos valores pueden estar en conflicto, lo que te permite armonizar unos con otros, facilitando una jerarquización coherente.
Por su parte, el filósofo alemán Max Scheler propuso una jerarquía en la que los valores se dividen en niveles ascendentes, desde los más básicos hasta los más elevados. Para este modelo, existen cuatro categorías a la hora de confeccionar tu escala de valores:
Valores de los sentidos o hedonísticos: son los relacionados con la búsqueda del placer y la evitación del dolor.
Valores vitales: aglutina aquellos que persiguen el bienestar físico y mental, satisfacer las necesidades fisiológicas y evitar problemas de salud.
Valores espirituales: se refieren a los relacionados con aspectos como la belleza, la justicia o la verdad.
Valores religiosos: reflejan aquellos valores vinculados a la santidad y lo sagrado.
Esta jerarquía destaca la progresión desde valores más inmediatos y tangibles hasta aquellos más abstractos y trascendentales, ofreciendo una guía clara para la priorización en distintos contextos de la vida.
Cada uno de estos modelos proporciona una estructura diferente, pero complementaria, para entender y organizar tu escala de valores. Para ponerlos en práctica, considera cuáles son más cruciales para ti en diferentes contextos y ordénalos en función de esa importancia. Este proceso puede incluir ejercicios de autoevaluación, consultas con mentores o guías, mapas de prioridades y revisiones periódicas para ajustar la jerarquía a medida que evolucionan las prioridades y circunstancias personales. Ten en cuenta que tu escala de valores evolucionará a lo largo de tu vida a partir de tus propias experiencias personales.
Asimismo, piensa en situaciones donde te hayas sentido especialmente satisfecho o insatisfecho y qué valores estuvieron involucrados. Puede serte de ayuda en esta labor de priorización cuestionarte, por ejemplo, cómo actuarías si estuvieran tus padres o hijos delante, si te resultaría positivo o negativo que tu comportamiento se difundiera públicamente o si te parecería justo si los papeles se invierten con la otra parte o si todo el mundo actuara como tú. También es recomendable imaginar cómo quieres que sea tu vida en el futuro y qué valores te ayudarán a alcanzarla. Reflexionar sobre estos aspectos no solo contribuye a tu desarrollo personal, sino que también puede ser clave para tu crecimiento profesional.
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