¿Cómo te imaginas el año 2150? Si las proyecciones actuales se cumplen, ese podría ser el momento en que alcancemos la paridad de género a nivel mundial. Y es que, según el Informe Global sobre la Brecha de Género 2024 del Foro Económico Mundial, al ritmo actual, todavía faltan 134 años para cerrar por completo la brecha de género.
Si bien puede parecer mucho tiempo, lo cierto es que, a pesar de los avances logrados, la equidad e igualdad de género tienen un gran camino por recorrer. Por ejemplo, en el mismo informe, se revela que, en la actualidad, las mujeres representan solo el 42% de la fuerza laboral mundial y ocupan el 31,7% de los altos cargos.
Sin embargo, más allá de los datos, hay una cuestión clave: ¿es lo mismo equidad e igualdad de género? Comprender la diferencia entre ambos conceptos no solo permite tener una visión más clara de los desafíos pendientes, sino que también ayuda a tomar conciencia sobre las acciones necesarias para lograr un futuro más justo e inclusivo.
Como se recoge en la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”.
En este sentido, la igualdad de género es un derecho fundamental que garantiza que todas las personas, sin importar su sexo, tengan las mismas oportunidades, derechos y responsabilidades en todos los ámbitos de la sociedad.
Sin embargo, este objetivo sigue siendo una meta pendiente. Por ejemplo, en 2024, las mujeres ocupaban apenas el 27% de los escaños parlamentarios nacionales y el 35,5% de los escaños en los gobiernos locales. Además, en 107 países nunca ha habido una mujer como jefa de Estado. Estos datos reflejan que, aunque se han logrado avances, la igualdad en la representación política y en la toma de decisiones todavía está lejos de ser una realidad.
Aquí es donde entra en juego la equidad, un concepto clave para lograr una igualdad real y efectiva. A diferencia de la igualdad, que implica tratar a todas las personas del mismo modo, la equidad reconoce las diferencias y adapta las condiciones para que todos puedan acceder a las mismas oportunidades, eliminando las desventajas estructurales que impiden la igualdad de condiciones.
Un ejemplo sencillo puede ilustrarlo mejor: si una pareja y su hijo de tres años van a un restaurante, la igualdad implicaría que los tres se sentaran en sillas idénticas. Sin embargo, el niño no alcanzaría la mesa con comodidad.
En cambio, la equidad consistiría en proporcionarle una silla especial o un cojín para que pudiera comer al mismo nivel que sus padres. De esta forma, se garantiza que todos disfruten de la misma experiencia, considerando sus necesidades específicas.
En el ámbito de género, las mujeres se enfrentan a desventajas históricas y estructurales. Estas barreras influyen en diversos aspectos de su vida, como la decisión de renunciar a un empleo para cuidar a los hijos, asumir una mayor carga de las tareas del hogar, sentir menos confianza para postularse a un ascenso o elegir carreras que por tradición se han asociado al género femenino, como Educación o Enfermería, en lugar de optar por campos STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).
Las políticas de equidad buscan corregir estas desigualdades mediante medidas diferenciadas que permitan equilibrar y fomentar una igualdad sustantiva. Es decir, que el género no sea un factor determinante en el acceso a oportunidades y derechos.
Como has podido ver, equidad e igualdad de género no son sinónimos. Para comprender mejor ambos conceptos y su relación, a continuación te explicamos cuáles son las principales diferencias.
La igualdad es un derecho universal y, como tal, tiene carácter normativo y vinculante. De hecho, los Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tienen la obligación de eliminar la discriminación contra las mujeres en el ámbito público y privado, y asegurar la igualdad a través de la implementación de medidas judiciales, legislativas, administrativas o de cualquier otra índole.
En cambio, la equidad se basa en un componente ético. Por ello, las medidas que se adopten bajo este principio emanan de una concepción específica de lo que se considera “justo” o “injusto” por cada sociedad y en cada momento.
La igualdad es un concepto objetivo que se traduce en la uniformidad. Por ejemplo, si tienes que dar diez euros a dos personas, lo igualitario sería repartirlos a partes iguales: cinco y cinco.
En este sentido, la aplicación de la igualdad de género se puede medir. De hecho, existen indicadores que permiten evaluar su nivel de implementación, como el Índice Europeo de Igualdad de Género, que sitúa a Suecia como el país más igualitario de la Unión Europea.
Por otro lado, la equidad es una idea subjetiva. Siguiendo el ejemplo anterior, puedes dar tres euros a una persona y siete a la otra, ya que consideras que la segunda, al estar desempleada, necesita más apoyo. Sin embargo, la primera puede argumentar que su situación laboral es fruto de su esfuerzo y ve esta decisión como injusta.
Por último, otra de las diferencias entre equidad e igualdad de género radica en su propósito. Mientras que la igualdad es el objetivo final, la equidad actúa como el mecanismo para alcanzarlo. Es decir, lo ideal sería que existiese una igualdad efectiva entre las personas, de modo que no fuese preciso adoptar medidas de equidad para disminuir las desigualdades.
Lograr la equidad e igualdad de género requiere más que un marco legal formal. Como señala el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de la ONU (CEDAW): “un enfoque jurídico o programático puramente formal, no es suficiente para lograr la igualdad de facto de la mujer con el hombre”.
Para cerrar la brecha de género, los gobiernos, instituciones y organizaciones deben implementar medidas concretas que garanticen una participación equitativa de las mujeres en distintos ámbitos. A continuación, destacamos algunas iniciativas interesantes para avanzar en esta dirección:
Leyes de cuotas. En muchos países, se han establecido cuotas de representación femenina en cargos públicos para garantizar la participación de las mujeres en la toma de decisiones. Estas políticas buscan reforzar el acceso a los órganos de gobierno en un contexto en el que solo 18 países tienen una Jefa de Estado y 16 cuentan con una Jefa de Gobierno.
Incentivos para la contratación de mujeres. Algunas políticas incluyen beneficios fiscales y subvenciones para las empresas que promuevan la inclusión de la mujer en áreas con baja representación femenina.
Fomento de vocaciones STEM. Existen programas dirigidos a impulsar la participación de niñas y mujeres en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM), con el fin de reducir la brecha de género en estos ámbitos estratégicos para el desarrollo económico y social.
Presupuestos con perspectiva de género. La asignación de recursos públicos con un enfoque de equidad prioriza inversiones que reducen la carga de cuidados. Por ejemplo, se promueven medidas como la ampliación de guarderías o licencias parentales equitativas.
Sistemas integrales de atención a víctimas de violencia. Estos modelos combinan la respuesta policial, judicial, sanitaria y social, para asegurar una protección efectiva y un acompañamiento multidisciplinario a las mujeres víctimas de violencia de género.
Comprender y considerar las cuestiones de género no solo es clave para que las iniciativas en favor de la equidad e igualdad sean efectivas, sino que también puede impulsar tu desarrollo profesional. Y es que las empresas y organizaciones valoran cada vez más a los profesionales con una visión inclusiva y la capacidad de desenvolverse en entornos diversos y equitativos.
En este sentido, tener una perspectiva amplia en la toma de decisiones, promover espacios de trabajo más colaborativos y adaptarse a un mercado laboral en constante evolución te posiciona como un profesional preparado para liderar el cambio y aportar valor en cualquier sector.
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Publicado originalmente el 18 de febrero de 2022, actualizado el 2 de abril de 2025.
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