¿Es una utopía emprender un proyecto que tenga un impacto social positivo y que sea rentable? La empresa Ferrara Design no lo creyó y, con el objetivo de proporcionar refugio a los afectados de catástrofes naturales, desarrolló las Global Village Shelters, viviendas biodegradables y económicas que sirven como alojamiento provisional.
Los creadores de la aplicación Too Good to Go, tampoco creyeron que fuera algo imposible y, por eso, ya han ofrecido a los negocios de restauración una vía para combatir el desperdicio de alimentos: gracias a su aplicación, los establecimientos pueden poner a disposición de los usuarios los productos que no se han no vendido durante el día a un precio más económico. Estas iniciativas son solo algunos ejemplos de proyectos de diseño social de éxito.
Como sostiene Paul Polak, presidente de International Development Enterprises, las organizaciones se centran en apenas el 10% de los clientes potenciales del planeta. Pero, ¿qué hay del otro 90%? Este es el objetivo del diseño social, una forma de emprendimiento dirigida a compatibilizar la rentabilidad con la mejora del mundo. Y es que, como han demostrado muchas empresas, este tándem es posible.
Si quieres que tu negocio deje huella en tu entorno o deseas aportar un valor añadido a tu perfil profesional, descubre cuáles son los principios de este enfoque empresarial.
El diseño social se define como una práctica que se centra en la creación de soluciones funcionales y sostenibles que impactan de forma positiva en la sociedad. Por tanto, en lugar de focalizarse solo en aspectos económicos, identifica problemas o desafíos sociales y, gracias a procesos creativos y estratégicos, aporta respuestas innovadoras y eficaces que mejoran la calidad de vida de las comunidades.
Este enfoque representa un nuevo paradigma empresarial donde el éxito se mide no solo en términos de ganancias, sino también en contribuciones significativas al bienestar colectivo. Ahora bien, no es caridad o ayuda social. Más bien se trata de otra forma de ver las cosas. Y esta visión requiere de una comprensión profunda de las realidades sociales, económicas y culturales que influyen en una comunidad específica.
En este sentido, el diseño social presenta unas características principales:
Un fuerte arraigo de la filosofía de la empresa. A la hora de buscar modelos de negocio innovadores, los valores éticos y sociales serán el eje central de toda la estrategia. Por ejemplo, en una startup donde se desarrolle un sistema para generar energía solar en los hogares, la sostenibilidad será clave en toda su actividad: desde adoptar prácticas de fabricación que minimicen la huella de carbono, hasta elegir proveedores comprometidos con responsabilidad medioambiental o aplicar medidas de eficiencia energética en las instalaciones de la empresa.
Una disciplina de innovación social. Se trata de crear nuevas soluciones, pero no con un único propósito de promover el consumo. El objetivo es utilizar las técnicas, prácticas y procesos que promueven la innovación para impulsar nuevas formas de abordar y mejorar aspectos clave de la sociedad.
Un enfoque holístico. Esto supone que, por un lado, en el proceso de análisis de necesidades, se amplíe la perspectiva y se incorporen nichos de mercado olvidados. Por el otro, implica nutrir el estudio con conocimientos interdisciplinares para conocer los problemas desde diferentes ángulos.
Un trabajo colaborativo. La participación activa de los involucrados y la colaboración entre diversos profesionales resultan fundamentales. ¿Qué mejor manera para saber lo que necesita un determinado público que preguntarle directamente? Si tienes en cuenta la perspectiva de todos los agentes implicados y empleas la inteligencia colectiva, obtendrás una comprensión más completa del entorno y te permitirá encontrar las soluciones más adecuadas. Por este motivo, el 93% de las compañías ya involucra a sus empleados, el 75%, a sus clientes y el 70% a sus proveedores en los proyectos sociales, según el VII informe de impacto social de las empresas de SERES-Deloitte.
Es cierto que estamos más acostumbrados a las noticias de innovación relacionadas con un móvil más potente, un coche más rápido o una pieza de ropa más barata, pero hay numerosos ejemplos de diseño social. A continuación, te presentamos algunos casos:
Un ecógrafo portátil. Desarrollado por la Fundación EHAS, tiene como objetivo reducir la mortalidad materna en zonas rurales de Guatemala.
Una aplicación que realiza tests oculares. La aplicación Peek Vision, ideada por Andrew Bastawrous, permite realizar tests oculares sin la necesidad de un experto. Gracias a este dispositivo, más de 350.000 personas en todo el mundo ya han sido evaluadas.
Un ordenador de 100 dólares. El portátil X01 de One Laptop Per Child es un ordenador low-cost que posibilita el acceso al conocimiento de los menores de todo el mundo.
Una pajita depuradora de agua. El empresario Mikkel Frandsen ha desarrollado una solución innovadora para posibilitar el acceso a agua potable. Lifestraw es una pajita que depura el agua y permite beber sin el riesgo de contraer enfermedades.
Una burbuja de agua biodegradable. La empresa Skipping Rocks Lab creó las burbujas Ohoo!, un envase de agua hecho con material biodegradable con el que mitigar el preocupante impacto del plástico en el medioambiente.
Una esfera móvil con naturaleza. Wonder Connection inventó el WonderSphere, una cámara sellada con guantes incorporados que permite a los niños y adolescentes hospitalizados, con problemas de inmunodeficiencia, tener contacto con la naturaleza sin riesgo de infección.
Un suelo cinético. Si has estado en algún concierto de Coldplay, habrás visto que el escenario está montado con suelo cinético que se carga con los saltos de los espectadores, para mejorar la eficiencia energética.
Como se puede apreciar, el diseño social no se limita a proyectos humanitarios; abarca todas las iniciativas en las que el enfoque se centra en el beneficio para las personas.
La sociedad, cada vez más concienciada, valora la contribución positiva de las empresas en la comunidad. Por este motivo, impulsar un impacto social ayuda a mejorar la reputación, atraer talento y aumentar las ventas.
Aunque no sea el objetivo principal del diseño social, este enfoque mejora la percepción de la marca, lo que se traduce en mayores ventas y mejores resultados financieros. De hecho, el 52% de los ciudadanos tuvo en cuenta los valores sociales de las empresas a la hora de tomar decisiones de compra, según una encuesta realizada en 2022 por La Información. En las nuevas generaciones, esta cifra llega a superar el 60%. De ahí que cada vez más emprendedores y empresarios se sumen al desarrollo de proyectos sociales.
Además, las empresas que apuestan por el diseño social se vuelven más atractivas para el talento, sobre todo tras la pandemia. En este sentido, de acuerdo con un estudio de Gartner, a raíz de la crisis de la covid-19, el 65% de los empleados reconsideró el papel que cumplía el trabajo en su vida, y un 56% manifestó interés por contribuir más a la sociedad. A su vez, este enfoque también mejora la empleabilidad, ya que los profesionales con conocimientos en diseño social son un gran activo para las empresas. En un contexto donde la responsabilidad social tiene tanto peso, las habilidades para desarrollar proyectos sociales aportan un valor añadido.
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