De la emoción a la acción: cómo facilitar las decisiones acertadas

13/03/2025 | Consuelo Martínez Priego, Universidad Villanueva y Ana Romero-Iribas, Universidad Rey Juan Carlos

La aspiración a una vida feliz es universal y sabemos que depende en gran medida de las decisiones que tomamos. Adoptar “buenas decisiones” no sólo afecta a la vida personal, sino que también es relevante en el ámbito profesional, político o social. Pero no siempre conocemos y sabemos jugar con los dos factores clave de ese proceso: las emociones -que preceden, acompañan y suceden a nuestras acciones-, y la prudencia o sabiduría práctica. 

La psicología y la filosofía pueden ayudarnos en este sentido, aunque todavía se ha publicado muy poco sobre la relación entre ambos componentes.

Acertar, una búsqueda eterna

La investigación sobre la toma de decisiones acertadas es un tema clásico y se sigue profundizando en la búsqueda del “acierto”. Para ello, la psicología moral, la ética de la educación y la filosofía han multiplicado los estudios sobre el elemento clave de la decisión acertada: la prudencia.

Puesto que habitualmente se reduce su significado a “cautela”, “evitar riesgos” o “retardar decisiones”, los expertos prefieren llamarla actualmente “sabiduría práctica” o “phronesis”, siguiendo a Aristóteles. Tener sabiduría práctica es acertar aquí y ahora en las propias decisiones.

Prudencia, sabiduría y emociones en la toma de decisiones

Como decíamos, la sabiduría práctica está íntimamente relacionada con las emociones. Así, todos tenemos experiencia de los errores cometidos cuando la ira, la euforia o el miedo nos inundan. También del papel beneficioso de la esperanza o la audacia cuando afrontamos retos.

A la vez, al tomar decisiones es necesario valorar racionalmente los hechos, priorizar lo más relevante de cada situación y acertar en el juicio, que son funciones que desempeña la sabiduría práctica. Ahora bien, ¿mejoran las decisiones cuando emociones y sabiduría práctica se relacionan adecuadamente? ¿Cómo se produce esta interacción?

decisiones acertadas

Una doble estructura de las emociones y la 'phronesis'

Consideramos que las emociones y la phronesis pueden conectarse y contribuir eficazmente a tomar decisiones acertadas en cualquier campo por dos motivos: porque ambas comparten una doble estructura psicológica -conocimiento valorativo y tendencia a la acción- y porque las emociones son jerárquicas, y no sólo primarias o secundarias, positivas o negativas.

Como hemos propuesto en estudios previos, las emociones pueden clasificarse jerárquicamente atendiendo, por un lado, a si tienen que ver con personas y no con meros estímulos y, por otro lado, a si despiertan una inclinación hacia nosotros o hacia la otra persona.

De este modo, podemos describir varios tipos de emociones, vistas todas ellas en su dimensión positiva.   

  1. Las emociones orientadas a uno mismo: son las que están en el nivel más básico, como el placer -individual- derivado de una relación o el bienestar -hedónico- que sentimos al recibir la atención de alguien. 

  2. Las emociones dirigidas al otro: otra persona las despierta, como la admiración o el respeto, pero ésta puede no tener noticia de ser admirada o respetada y no le afecta. 

  3. Las emociones orientadas al otro: aquellas en las que la otra persona suscita una emoción en mí, y a ella "puede" dirigirse el movimiento que se despierta con la emoción: son emociones ambivalentes porque pueden ser o no gratuitas. Es el caso del sentimiento de perdón: perdonamos a alguien y podemos sentir que el otro nos debe algo -o no-.

  4. Las emociones que nos vinculan a otro y que denominamos sentimientos vinculativos: En ellos, la otra persona despierta una emoción y es la beneficiaria, a quien nos dirige la emoción. La lógica de esta relación es de gratuidad, no de búsqueda de beneficio o recompensa, por eso se requiere la inclusión de la inteligencia y voluntad humanas. Los padres pueden querer así a los hijos: el hijo despierta sentimientos que llevan a que los padres lo cuiden bien, sin esperar que ese hijo devuelva nada; es un movimiento gratuito.

Pues bien, tanto las emociones orientadas al otro como los sentimientos vinculativos facilitan tomar decisiones acertadas respecto a los demás.

La estructura de una emoción

Veamos la estructura de la emoción y la phronesis. La psicología subraya que la emoción es interiormente compleja y puede describirse como respuesta y como proceso. Se desencadena una emoción cuando valoramos positiva o negativamente el mundo o a los demás: me llama la atención esta tarea, me gusta, o bien, no me gusta, me desagrada. 

Aunque habitualmente no somos conscientes, este conocimiento básico nos empuja a “acercarnos o alejarnos” de aquello que hemos valorado, o sea, a desearlo o no. A esa inclinación, desencadenada por la evaluación inicial, le sigue una segunda valoración que consiste en sopesar si puedo afrontar y alcanzar lo que deseo. Así, si a una persona le proponen un objetivo muy ambicioso en el trabajo que es bueno para ella, pero se encuentra sin recursos personales para alcanzarlo, sentirá estrés.

En definitiva, en la emoción se integran la valoración de algo y la capacidad de afrontarlo, y por eso afirmamos que tiene una doble estructura de conocimiento y de tendencia a la acción.

La dimensión moral de la sabiduría práctica

Por otro lado, sabemos que la persona con sabiduría práctica no sólo delibera bien acerca de sus asuntos, sino que además aplica a su actuación el resultado de la deliberación, porque la phronesis es virtud intelectual y moral; es decir, implica conocer mejor la realidad, y también realizar actos moralmente buenos.

De esta forma, queda patente que la phronesis también tiene una doble estructura: “conoce” la realidad y de acuerdo con ella “decide” voluntariamente. Así es como la persona actúa cuando trata de tomar decisiones acertadas. Esta doble estructura que comparten la sabiduría práctica y las emociones facilita la toma de decisiones acertadas. Veamos ahora por qué y cómo puede ser beneficiosa esa relación.

Enriquecimiento mutuo

Comencemos por explicar cómo ayudan las emociones a la sabiduría práctica. Por un lado, le facilitan el conocimiento de la realidad, pues las emociones ofrecen a la inteligencia información sensible que es relevante para la persona. Por ejemplo, cuando sentimos miedo es porque percibimos algo como amenaza y la inteligencia partirá de esta información.

Por otro lado, las emociones también ayudan a la sabiduría práctica porque mueven a la acción y eso facilita que tomemos decisiones. Así, cuando sentimos esperanza por alcanzar un objetivo, nos resulta más fácil actuar.

Algo muy interesante es que las emociones confirman el acierto de las decisiones cuando están educadas, es decir, armonizadas dentro de las facultades de la psique humana o, lo que es lo mismo, son adecuadas y proporcionales a la realidad.

Eso significa que “sienten” si la decisión es correcta-buena o incorrecta-mala y por eso serían confiables a la hora de tomar decisiones acertadas. Es decir, tomar una decisión viene acompañado de una emoción que confirma el acierto o desacierto.

En cuanto a la sabiduría práctica, ésta enriquece la emoción porque vincula a la persona con el mundo exterior, más allá de la percepción subjetiva. Eso le permite hacer una valoración de los estímulos más acorde con la realidad.

Por ejemplo, un diabético ve chocolate, le apetece y desea comerlo; sin embargo, cuando lo piensa, puede darse cuenta de que no le conviene y decide superar ese deseo con otro superior: la salud. Un segundo motivo por el que la phronesis potencia a la emoción es porque le permite desear y alcanzar metas más altas al ser reforzada por la voluntad.

De acuerdo con esto, podríamos pensar que cultivar la sabiduría práctica nos llevará necesariamente a tomar decisiones acertadas y tener emociones adecuadas.

La brecha moral en la toma de decisiones

Sin embargo, los investigadores siguen preocupados por la llamada “brecha moral”, la cual pone de manifiesto que no siempre que sabemos o sentimos que algo es mejor lo hacemos. Aun sabiendo razonar moralmente de forma correcta o teniendo emociones educadas, tomamos en ocasiones decisiones contrarias a lo que la sabiduría práctica aconseja y las emociones facilitan.

En efecto, una deducción intelectual no determina nuestra conducta sino que tan sólo la favorece, y lo mismo ocurre con las emociones. Esto muestra que la persona es libre, lo que es simultáneamente un riesgo y una oportunidad.

Este artículo se ha publicado en The Conversation

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