En un mundo donde los recursos naturales están bajo una presión sin precedentes, aprender a valorar el capital natural se ha convertido en una necesidad urgente para las empresas.
Y es que, según un informe del Foro Económico Mundial, más del 50% del PIB mundial depende, de alguna forma u otra, de los recursos que nos proporciona el planeta Tierra. Sin embargo, desde la industrialización y el crecimiento acelerado de la población, hemos comenzado a consumir estos recursos a un ritmo insostenible. De hecho, se calcula que, para 2030, necesitaremos los recursos de dos planetas para seguir viviendo al ritmo actual.
¿Sabes en qué consiste este concepto? Sigue leyendo y descubre por qué el capital natural es fundamental no solo para la sostenibilidad económica, sino también para la conservación del medioambiente y el bienestar de las futuras generaciones.
El concepto de capital natural hace referencia a la gran variedad de recursos y ecosistemas naturales que proporciona la naturaleza, lo cual incluye desde bosques, montañas, océanos o ríos hasta el aire, los minerales o la biodiversidad. En definitiva, se trata de todo recurso que provenga de la naturaleza y que el ser humano emplea para sobrevivir, prosperar y desarrollarse como especie.
Este término proviene del libro Lo pequeño es hermoso, un conjunto de ensayos escritos por el economista británico E.F. Schumacher en 1973. Y, si bien en aquella época no se hablaba tanto de sostenibilidad ni conocíamos las consecuencias de la industrialización a largo plazo, su visión sentó las bases para entender la importancia de los recursos naturales en la economía y la necesidad de gestionarlos de manera responsable.
En este sentido, aunque a veces uno puede tener la sensación de que los recursos naturales son gratuitos, la realidad es que tienen un precio cada vez más alto, debido, principalmente, a que gran parte de ellos son limitados, así como a la creciente contaminación que está destruyendo muchos ecosistemas.
Por este motivo, desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), se está concienciando a las empresas para que estas incluyan el capital natural en sus modelos de negocio para garantizar un uso más eficiente y sostenible de estos recursos.
Aunque a menudo se utilizan ambos conceptos indistintamente, la biodiversidad y el capital natural son dos conceptos diferentes.
La biodiversidad se refiere a la variedad de vida en la Tierra y a cualquier organismo vivo, desde microorganismos, anémonas y grandes mamíferos hasta plantas y árboles.
El capital natural incluye no solo la biodiversidad, sino también los recursos abióticos como el agua, el aire y los minerales, así como los servicios ecosistémicos que estos proporcionan.
Debido a la gran variedad de recursos que puede proporcionarnos la naturaleza, así como el tratamiento y aprovechamiento que podemos hacer de cada uno de ellos, el capital natural puede clasificarse en varios tipos:
Renovables: hacen referencia a aquellos recursos que, a pesar de ser explotados y consumidos de manera constante, son capaces de regenerarse de forma natural, incluso a una velocidad mayor a la de su consumo. Algunos ejemplos de capital natural renovables son la radiación solar, el viento o las mareas.
No renovables: son aquellos recursos que existen en cantidades limitadas y que, por tanto, no pueden regenerarse a una escala de tiempo humana y podrían llegar a agotarse en algún momento. En esta categoría estarían los minerales, el petróleo o el gas natural.
Recuperables: son recursos naturales que, aunque se agotan con su uso, pueden ser reciclados o reutilizados en procesos industriales. Asimismo, también pueden recuperarse de forma natural, ya sea a través de su tratamiento o, simplemente, con el paso del tiempo. Algunos ejemplos de capital natural recuperables son el agua potable, los suelos fértiles o los metales como el cobre y el aluminio.
Cultivados: son aquellos recursos naturales que el ser humano puede cultivar, criar o gestionar para incrementar la cantidad disponible a medio/largo plazo como, por ejemplo, los cultivos agrícolas, los bosques gestionados o el ganado.
Entender el concepto de deuda es sencillo cuando hablamos de capital social, es decir, los recursos económicos y activos de una empresa. Gastar más de lo que se tiene genera una deuda que debe pagarse en el futuro. Sin embargo, aunque gran parte de la economía está relacionada con los recursos naturales, no sucede lo mismo con el capital natural.
Cada vez que se tala un bosque sin una estrategia de reforestación o se contamina un recurso hídrico sin planes de recuperación, se está generando una "deuda ecológica". En este sentido, como pocos son conscientes de esta deuda o de la necesidad de responder a ella adecuadamente, su acumulación nos ha llevado a una situación crítica, donde los recursos naturales y la biodiversidad están en peligro.
Para revertir esta situación e incluir el capital natural en la gestión organizacional, se celebró la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en junio de 2012, donde se establecieron compromisos internacionales para la gestión sostenible de los recursos naturales, buscando no solo preservar el medioambiente, sino también asegurar el bienestar de las generaciones futuras.
Asimismo, en 2016, se publicó el Protocolo del Capital Natural, una herramienta que ayuda a las organizaciones a medir y valorar sus impactos y dependencias del capital natural. Este protocolo proporciona directrices para integrar el capital natural en la toma de decisiones empresariales y promueve una gestión más sostenible de los recursos naturales.
Más allá de esto, y ante la necesidad urgente de preservar y proteger el medioambiente, cada vez más países y gobiernos están diseñando políticas, acuerdos y legislaciones para sancionar a las empresas que no gestionen adecuadamente sus recursos naturales. Así, además de ser una responsabilidad ética, la economía ambiental se está convirtiendo en una cuestión de cumplimiento normativo.
Si bien la sostenibilidad se ha convertido en un pilar fundamental en la estrategia de muchas organizaciones, cada vez son más los clientes que exigen una responsabilidad ambiental y buscan productos o servicios respetuosos con el medioambiente.
De este modo, más allá de la legislación y de los acuerdos internacionales, incluso del cálculo del capital natural, se trata de una cuestión multifactorial en la que intervienen la responsabilidad ética, las posibilidades de negocio o la preocupación por las futuras generaciones.
Sin embargo, las empresas pueden tomar diversas acciones para proteger el capital natural. Algunas de las más destacadas son:
Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono y el metano, que contribuyen al calentamiento global y cambio climático, causando fenómenos meteorológicos extremos, un aumento del nivel del mar y alteraciones en los ecosistemas.
Adoptar el modelo de economía circular para reducir el desperdicio y hacer un uso más eficiente de los recursos mediante el reciclaje, la reutilización y la reparación de productos, en lugar de seguir el modelo lineal de "usar y desechar".
Iniciar la transición hacia fuentes de energía renovable, como la solar y la eólica, para reducir la dependencia de los combustibles fósiles y mitigar el impacto ambiental asociado con su extracción y uso.
Contribuir al desarrollo de ciudades sostenibles que promuevan la eficiencia energética, el transporte público, la gestión de residuos y espacios verdes, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de sus habitantes y reducir la huella ecológica urbana.
Medir y valorar los recursos naturales mediante la contabilidad del capital natural, para una gestión más sostenible e integrar estos valores en la toma de decisiones económicas y políticas.
Conservar y restaurar los ecosistemas para mantener la biodiversidad, asegurar los servicios ecosistémicos que proveen y enfrentar desafíos ambientales como el cambio climático y la pérdida de hábitats.
Calcular el capital natural permite a las organizaciones ser más conscientes del impacto de sus acciones en el medioambiente. Esta concienciación es el primer paso para evaluar si realmente estamos haciendo todo lo posible por proteger y preservar nuestros recursos naturales. Además, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) pueden guiar nuestras acciones y asegurar que contribuimos de manera efectiva al desarrollo sostenible.
El capital natural no solo se convierte en una herramienta de gestión, sino en un motor para un futuro más sostenible y equitativo. Ignorar esta responsabilidad y continuar consumiendo recursos de manera insostenible pone en peligro la biodiversidad, los ecosistemas y la estabilidad económica y social a largo plazo.
Si bien, al principio, incluir el capital natural en la toma de decisiones puede ser un desafío, con el tiempo, las organizaciones pueden observar beneficios significativos en términos de sostenibilidad, innovación y eficiencia económica. Y es que adoptar prácticas responsables y sostenibles también mejora la reputación de la empresa y puede abrir nuevas oportunidades de negocio.
Tanto individual como colectivamente, es crucial seguir tomando conciencia y buscando soluciones sostenibles para proteger el capital natural y disfrutar de un planeta más rico y limpio. Para lograrlo, es fundamental continuar formándose y colaborando con otros actores en la búsqueda de prácticas más sostenibles. Solo así podremos asegurar un futuro en el que tanto la humanidad como la naturaleza puedan coexistir y prosperar.
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Michel, Gabriel & Freedman, Steve. (28 de noviembre de 2022). La mitad de la economía mundial depende de la naturaleza. El Economista. https://www.eleconomista.es/opinion/noticias/12053012/11/22/La-mitad-de-la-economia-mundial-depende-de-la-naturaleza.html
Sánchez, Rosalía. (2 de agosto de 2023). Recursos naturales al límite: en 2030 necesitaremos dos Tierras para seguir viviendo. ABC. https://www.abc.es/sociedad/recursos-naturales-limite-2030-necesitaremos-dos-tierras-20230802050358-nt.html
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