Los seres humanos utilizamos el aprendizaje por observación desde nuestra infancia, aunque sea de manera inconsciente. Y es que, ya de niños observamos el comportamiento de los adultos y, sin que se nos den más consignas, reproducimos sus conductas: la forma de comunicarse, relacionarse, solucionar problemas, gestionar las emociones, desarrollar estrategias para conseguir los objetivos, etc.
No obstante, a medida que evoluciona nuestro desarrollo, el aprendizaje basado en la observación sigue siendo uno de los más importantes. Esto se debe a que tenemos una gran habilidad para aprender, simplemente, observando e imitando a aquellas personas que son referentes para nosotros.
Sin embargo, si nos adentramos en la teoría del aprendizaje observacional, podemos detectar que en este tipo de aprendizaje intervienen elementos más complejos y valiosos que la mera imitación, por lo que, si sabemos cómo operan, nos podemos beneficiar de toda su riqueza. En este sentido, ¿quieres conocer cómo funciona el aprendizaje por observación? Sigue leyendo.
El aprendizaje por observación o imitación consiste en la reproducción consciente de la conducta de un experto con el propósito de conseguir el mismo objetivo que este último logra con dicha conducta.
El psicólogo Albert Bandura es uno de los padres de la teoría del aprendizaje observacional. Su teoría social de aprendizaje se basa, precisamente, en los conceptos de refuerzo y observación. En este sentido, el autor postuló que no aprendemos por relacionarnos con el mundo externo, sino porque observamos e imitamos a aquellos que actúan como modelo (modeling).
A pesar de todo, para que obtengamos un aprendizaje al observar a otra persona, en este proceso de reproducir a alguien de manera consciente debe intervenir un cierto nivel de actividad cognoscitiva, ya que observar es una condición sine qua non, pero no es suficiente.
Por esta razón, el proceso requiere de una lectura del sentido de las acciones del enseñante o de la persona que nos sirve de modelo: debemos comprender cuál es su intención al hacer lo que hace y cómo lo hace, así como tenemos que diferenciar las acciones que lleva a cabo como medios para lograr su propio objetivo.
Un buen ejemplo del aprendizaje por observación lo encontramos en el liderazgo. La gran mayoría de los líderes reconoce que, en su día, tuvieron un mentor que le enseñó con su ejemplo lo que significa realmente liderar un equipo. Es decir, que no aprendieron a ser autocríticos, honestos, empáticos y generosos, ni a saber rectificar e identificar el talento, leyendo sobre ello.
Esto nos lleva al siguiente punto importante: la competencia de la persona que actúa como modelo, el nivel de identificación que sintamos con ella y la afinidad entre ambos favorecen que se produzca este tipo de aprendizaje.
Cada una de las fases en las que podemos descomponer el aprendizaje por observación es un proceso en sí mismo:
Alejandro Dumas, el autor de clásicos como El Conde de Montecristo o Los tres Mosqueteros, afirmó hace casi dos siglos que: “Quien lee, sabe mucho; pero quien observa, sabe todavía más”. Y es que el aprendizaje por observación nos permite tener una visión global y al detalle de situaciones y procedimientos, ya que implica establecer una conexión entre cómo se realiza una acción (conocimientos y habilidades) y el motivo por el que se realiza de ese modo determinado (elementos del escenario).
También es muy útil para ayudarnos a modificar conductas y actitudes, para estimular las que son positivas, enseñar nuevas aptitudes, fomentar buenas prácticas y validar y reforzar conductas que habíamos aprendido anteriormente: al observarlas en nuestro modelo, confirmamos su utilidad ―si es que teníamos algunas dudas―.
En definitiva, ante el actual mercado laboral, el cual nos exige actualizar nuestros conocimientos y habilidades de forma constante, aplicar de manera consciente el aprendizaje por observación puede suponer una diferencia cualitativa y cuantitativa en los resultados de cualquier formación.
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