El concepto de inteligencia ha sido históricamente debatido. ¿Qué significa ser inteligente? ¿Por qué consideramos a unas personas más inteligentes que a otras? Estas preguntas tienen difícil solución, pero una de las más aceptadas es que no hay un único tipo de inteligencia, sino múltiples inteligencias que son empleadas en diferentes ámbitos de nuestra vida.
La teoría de la inteligencia emocional de Howard Gardner establece hasta ocho tipos de inteligencia. El autor describe inteligencia visio-espacial, naturista, lógico-matemática, existencial, corporal quinestésica, lingüistico-verbal, intrapersonal e interpersonal. Dentro de este listado, la intrapersonal e interpersonal están directamente ligadas a las emociones.
Comprender qué nos ocurre y gestionar nuestras emociones es uno de los principales retos a los que nos enfrentamos en el día a día. Muchas veces nos cuesta entender cómo nos sentimos, y esto afecta a nuestra salud; la autopercepción es algo subjetivo y, por tanto, único en cada persona. A menudo, somos mucho más duros y exigentes con nosotros mismos que con el resto de personas. De gestionar nuestras emociones a nivel interno se ocupa la inteligencia intrapersonal.
Por el contrario, la inteligencia interpersonal es aquella que nos permite conocer a los demás, interactuar con las personas que nos rodean y mejorar nuestra capacidad de relación y comunicación. Dimensiones como la empatía, la paciencia o el liderazgo están ligadas a la inteligencia emocional en la toma de decisiones.
A simple vista, ya podemos deducir que la capacidad de gestionar nuestras emociones y conocer las de los demás puede ser clave para lograr el éxito en cualquier ámbito de la vida. Y el terreno laboral no es una excepción.
Las competencias que se buscan en el reclutamiento de personas para el mercado laboral han evolucionado mucho en los últimos años. Una de las tendencias actuales se enfoca en las habilidades blandas, aquellas que son innatas, que están relacionadas con la personalidad y muy ligadas a la inteligencia emocional.
Hablamos de nuevo de empatía, comunicación, gestión del cambio, paciencia, liderazgo. Son competencias muy importantes para las relaciones personales y más complicadas de adquirir.
Las competencias duras, por el contrario, se aprenden: manejar determinado programa informático, sacarse una titulación universitaria o saber emplear una herramienta concreta.
Los responsables y expertos en recursos humanos y gestión de talento han ido entendiendo que es mejor reclutar a personas capaces de tomar decisiones con inteligencia emocional que expertas en el manejo de una u otra herramienta. Cambiar la paciencia o la empatía de una persona sigue siendo un reto, mientras que aprender a manejar una hoja excel es mucho más accesible.
La inteligencia emocional y su impacto en la toma de decisiones empieza a ser considerada como un elemento clave en el reclutamiento. Especialmente en los puestos de liderazgo y responsabilidad, este tipo de variables se empiezan a valorar cada vez más.
Pero, la toma de decisiones basada en la inteligencia emocional no solo es relevante en la selección de personal: tanto en el desempeño de las tareas como en la carrera profesional tiene un gran peso.
Nuestra capacidad para adoptar roles, asumir tareas y liderar dentro de una organización está relacionada directamente con nuestra capacidad de relacionarnos. Por ello, controlar nuestros impulsos y reconocer las emociones de los demás resulta clave en cualquier puesto de trabajo. Debemos tener en cuenta que las organizaciones son entidades sociales y, como tales, tienen sus normas, costumbres y estilos de relación. Saber adaptarse a ese entorno social nos permitirá triunfar o crecer dentro de ese entorno.
La inteligencia emocional en la toma de decisiones nos puede permitir acceder a un puesto de trabajo y crecer dentro de esa profesión, pero también nos debería dar la capacidad para identificar situaciones negativas dentro del entorno laboral. Triunfar laboralmente supone, asimismo, ser capaz de detectar dónde no debemos estar, reconocer aquellas amenazas que no nos permiten tomar la decisión de asumir un cambio.
Abandonar un trabajo siempre es algo muy complejo, pero nuestra capacidad para identificar la frustración, gestionar el estrés y analizar las posibilidades (y los aspectos negativos) que nos ofrece nuestra situación laboral es básico para poder avanzar. Una persona con inteligencia emocional es capaz de distinguir lo negativo de lo positivo y tomar decisiones conscientes.
Son varios los aspectos que podemos tener en cuenta para ser plenamente conscientes:
Ser capaces de identificar nuestras emociones. Reconocer qué nos está ocurriendo, cuáles son nuestros sentimientos. Saber qué tipo de situaciones nos afectan o qué nos está generando estrés o frustración.
De igual forma, debemos ser conscientes de aquellas situaciones que son capaces de resetear nuestra energía mental. Igual que nuestro cuerpo después de un esfuerzo debe descansar, nuestra mente sigue el mismo proceso. Situaciones emocionales intensas, como el estrés prolongado, agotan nuestros recursos. Debemos buscar espacios, personas o actividades que consigan darnos tranquilidad, a ser posible que nos alejen de pensamientos negativos.
Aprender a meditar. Aunque suene algo extraño, no pasamos tiempo con nosotros mismos. Las nuevas tecnologías nos han robado el aburrimiento y el tiempo de pensamiento. La capacidad de tomar decisiones con inteligencia emocional se puede desarrollar, pero, para ello, debemos pasar tiempo con nosotros mismos, analizando qué nos ocurre, por qué y cómo podemos mejorar lo que hacemos día a día.
En definitiva, la inteligencia emocional en la toma de decisiones es algo de lo que podemos ser conscientes. Debemos reconocer nuestros sentimientos para poder gestionarlos, comprenderlos y orientarlos de forma positiva. Controlar nuestras emociones es crítico para nuestro éxito laboral y vital. Igual que un deportista controla su cuerpo para poder triunfar en un deporte, nosotros debemos controlar nuestra mente para triunfar en nuestras vidas.
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Este artículo se ha publicado en The Conversation.
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