El futuro es algo que ha preocupado a la humanidad desde el principio de los tiempos. Quizás porque somos una especie racionalizadora que intenta entender ese concepto físico tan etéreo que llamamos tiempo, mientras evolucionamos contando historias pasadas y presentes, e intentando anticipar las que están aún por suceder. ¿Y qué papel puede jugar la inteligencia artificial (IA) en el diseño del futuro?
José Manuel de la Chica es tecnólogo y experto en banca y en plataformas Fintech. Ejerce como CTO de Santander Universidades y CTO de Universia y, actualmente, se dedica también a investigar sobre tecnologías exponenciales, como blockchain, APIs, Open Business, internet de las cosas (IoT) o inteligencia artificial. En este artículo, responde a la cuestión del papel de la IA en el conocimiento y diseño del futuro.
Ya sea como colectivo o como individuos, el deseo de conocer el futuro forma parte intrínseca de la naturaleza humana. Es normal que nos preocupe: al fin y al cabo, es el lugar donde vamos a pasar el resto de nuestra vida.
Desde el punto de vista científico, sabemos que el futuro no puede predecirse con un nivel suficiente de exactitud, ni siquiera en espacios controlados como un laboratorio; en todo caso, se podría intuir con una determinada probabilidad de acierto, y siempre en entornos relativamente complejos, con no demasiadas variables a tener en cuenta. También sabemos, gracias a la física teórica, que no es posible viajar al futuro, independientemente de cuál sea el nivel de avance tecnológico que tengamos.
El conocimiento tecnológico es fundamental para los profesionales del futuro. Por ello, la convocatoria de Santander Open Academy Tech | Emerging Technologies Programs by MIT Professional Education permite a estudiantes y jóvenes profesionales adquirir formación tecnológica de calidad con materias como Blockchain, Cloud&DevOps, Machine Learning o Inteligencia Artificial.
Además, el futuro plantea muchos interrogantes como los siguientes: ¿Hay algún modo más o menos científico de que podamos anticiparnos al futuro de manera suficientemente práctica? Si asumimos que es imposible anticiparse al futuro ¿al menos es posible hacerlo lo suficiente como para poder actuar? ¿Existen metodologías o técnicas que nos ayuden a dibujar los diferentes futuros posibles para poder tomar las decisiones adecuadas? Y si podemos analizar los diferentes futuros plausibles y alternativos, ¿podemos contribuir de manera activa a materializar alguno de ellos? En definitiva, ¿es posible diseñar el futuro?
La respuesta es sí, siempre que nos enfoquemos en el futuro de algo concreto. El cómo hacerlo constituye toda una corriente de investigación e innovación aplicadas que ocupa a algunas de las mentes más brillantes de esta generación.
Como decía Abraham Lincoln (o Peter Drucker, según la fuente), “la mejor forma de prever el futuro es crearlo”. Pero más allá de la cita inspiracional y bienintencionada, este principio está en la raíz de una disciplina bastante desconocida y que articula conocimientos de diferentes áreas para componer lo que se conoce como diseño de futuros.
Directivos relevantes, expertos en tecnología, analistas y asesores con diversas trayectorias y experiencias, utilizan el diseño de futuros para entender el presente y facilitar la puesta en marcha de ideas y acciones concretas que den forma a un nuevo escenario aún no existente, pero alineado con la motivación estratégica que del “diseñador de futuros”. Esta motivación puede consistir, por ejemplo, en:
Detectar corrientes económicas.
Aprovechar las tendencias del consumidor.
Transformar una compañía por completo.
Lanzar un nuevo producto al mercado.
Pretender cambiar el futuro más probable también forma parte de las necesidades habituales del diseño de futuros. Lo vemos con problemas globales como el cambio climático, la sostenibilidad o la gestión de pandemias, que están movilizando a alguno de los mejores diseñadores de futuros a nivel mundial.
El diseño de futuros, aun siendo un área de expertise no demasiado conocida, está muy vinculada a una rama de conocimiento más extendida y longeva: la prospección de futuros o foresighting. Encontramos sus raíces originales en la estrategia militar de los años 40, especialmente en Europa, donde el foresighting se usaba como herramienta para afrontar y adelantarse a los escenarios bélicos y políticos cada vez más complejos e inestables. Su único objetivo era la anticipación y el cálculo de probabilidades de que sucedieran unos eventos u otros en función de las decisiones tomadas. Pretendía ser la ciencia de la anticipación del futuro.
Sin embargo, el primer uso de este término de forma pública describiendo una disciplina o rama del conocimiento, no procede de ningún importante militar, sino de una figura interesante desde el punto de vista creativo: H. G. Wells. Este conocido autor comprendió que, a medida que avanzaban la tecnología y la ciencia, sería cada vez más complejo gestionar no solo sus consecuencias directas, sino también sus múltiples pero importantes consecuencias indirectas en la sociedad y la economía.
En 1932, H. G. Wells, autor de clásicos de la ciencia-ficción y el género fantástico como La máquina del tiempo, El hombre invisible o La guerra de los mundos, concedía una famosa entrevista a la BBC en la que defendía públicamente la necesidad de que la administración contase con lo que él llamó "profesores de previsión" (professors of forethought), con el fin de analizar las implicaciones del desarrollo de futuros nuevos inventos y dispositivos tecnológicos y preparar a la sociedad para sus consecuencias inesperadas.
Desde entonces, el foresighting ha evolucionado. Se consolidó como disciplina durante los años 60 con la Guerra Fría, la carrera espacial o con las nuevas formas de energía, ya que está muy relacionado con ramas como la sostenibilidad medioambiental. En los últimos años, ha evolucionado mucho más con el impacto de las tecnologías exponenciales, en la sociedad, la economía y la vida de las personas.
Hoy, gran parte de la literatura y el cine de ciencia ficción que se produce gira alrededor del futuro impacto en la humanidad de las tecnologías emergentes: robótica, nanomáquinas, internet, biotecnología, realidad virtual y, especialmente, inteligencia artificial, probablemente la más interesante para los “diseñadores de futuros”. De hecho, la ciencia ficción especulativa es una enorme fuente de inspiración para empresas e ingenieros que construyen el futuro hoy en día a través del uso de las tecnologías conocidas como exponenciales.
Si hay algo constante en la mayoría de los análisis de prospección de futuros o foresighting a nivel económico y social, es que uno de los factores más determinantes para nuestro futuro cercano va a ser el creciente impacto de la inteligencia artificial. No en vano, como dice Andrew Ng, cofundador de Coursera y referente mundial en IA: “La inteligencia artificial es la nueva electricidad”. Sus consecuencias, en la mayoría de aspectos de la sociedad y la industria, van a ser tan amplias como lo fueron en su día las de la democratización del acceso a electricidad.
Conocer en qué consiste esta tecnología, cómo afecta a nuestras vidas y, sobre todo, qué oportunidades nos proporciona como individuos, es fundamental para que el futuro sea sostenible y genere prosperidad de manera equitativa. La inteligencia artificial es una palanca fundamental a todos los niveles que potencialmente podría ser aprovechada por cualquier persona con unos conocimientos esenciales y acceso a internet.
Volviendo al foresighting, una de las herramientas más interesantes para visualizar los diferentes tipos de futuros es el llamado cono de futuros. Hancock y Bezold (1994) utilizaron este modelo visual para representar los diferentes futuros alternativos basándose en una taxonomía de futuros creada por Norman Henchey (1978), en la que se discutieron cuatro clases principales de futuro sobre las que era posible articular cualquier conversación y plan de acción sobre cómo abordarlo:
Futuro posible
Futuro plausible
Futuro probable
Futuro preferible
En todos estos tipos de futuros, hoy por hoy, la inteligencia artificial es un motor fundamental capaz de generar oportunidades, pero también riesgos que van desde los sesgos a la ingeniería social pasando por las armas autónomas o el desalineamiento de objetivos máquina-humano.
De hecho, muchos expertos en foresighting de todo el mundo, han ido especializándose gracias a herramientas como el cono de futuros o la rueda de futuros y el conocimiento tecnológico, en el análisis de futuros probables y preferibles con un fuerte componente científico-técnico, convirtiéndose en los llamados “futuristas”.
El futurismo, dentro del contexto en el que nos situamos, es una rama muy concreta de la prospección de futuros enfocada en enfrentar, de manera creativa y analítica, el futuro probable (hacia dónde se va si se no se actúa para evitarlo) con el futuro preferible (hacia donde se desea ir), de manera que podamos dar los pasos intermedios para diseñar ese futuro que nos interesa.
Uno de los futuristas más reputados a nivel mundial es Ray Kurzweil, considerado “la máquina de pensar suprema” por Forbes y el “legítimo heredero de Thomas Edison” por la revista Inc. Kurzweil, quien cuenta con 19 doctorados, entre otras cosas inventó el primer escáner para ordenadores y el primer sintetizador de texto a voz (text-to-speech), además de convertirse en director de Ingeniería de Google en 2012 y liderar gran parte de los avances futuros relacionados con IA.
Como foresighter y futurista, Kurzeweil ha realizado 147 predicciones desde 1990 con un índice de acierto del 86%, y Bill Gates lo consideró el mejor futurista del momento. Kurzweil, que pronostica que la inteligencia artificial será el avance más importante de nuestros tiempos, promovió desde Google la creación de la Universidad de la Singularidad, con el objetivo de reunir a los mejores futuristas e investigadores del planeta y de ayudar a todo tipo de profesionales de diferentes ramas e industrias a anticiparse al futuro.
El nombre de la universidad no es casualidad, dado que Kurzweil y otros grandes futuristas llaman así a un posible evento estrechamente relacionado con la inteligencia artificial a medio-largo plazo: la singularidad tecnológica.
De hecho, cuando Kurzweil habla de singularidad se refiere a un posible evento futuro donde una inteligencia artificial general será capaz de mejorarse a sí misma por sus propios medios e incluso de crear otras inteligencias artificiales (lo que muchos llaman la superexplosión de la IA o superinteligencia), generando una situación completamente nueva en la historia de la especie humana que marcará un antes y un después en nuestra forma de vida. Sería algo irreversible e irrepetible, razón por la que se le denomina singularidad tecnológica (término que Kurzweil popularizó pero que ya había acuñado Vernor Vinge en los 80).
Es por este tipo de teorías, por lo que las tecnologías exponenciales, y especialmente la inteligencia artificial y la robótica, plantean retos nunca vistos no solo a futuristas o foresighters, sino también a especialistas y profesionales de casi todas las industrias y sectores.
Precisamente con el objetivo de analizar el impacto de la IA y especialmente su posible singularidad o superexplosión, en 2014 se fundó en Boston el Future of Life Institute, un instituto de investigación sin ánimo de lucro con el objetivo de trabajar para mitigar los riesgos existenciales que enfrentará la humanidad en el futuro, particularmente los relacionados con la inteligencia artificial general (AGI). Entre sus fundadores se encuentran, por ejemplo, Max Tegmark, cosmólogo del MIT, Jaan Tallinn, cofundador de Skype y Elon Musk en su junta de asesores, junto a personalidades como Stephen Hawking hasta el momento de su muerte.
El interés por el impacto económico y social de la inteligencia artificial fue patente en su evento inaugural en el MIT, al que asistieron personalidades de todos los ámbitos. Se discutió sobre todo tipo de temas, desde el futuro de la bioingeniería y la genética hasta el desarrollo de las armas autónomas, la ética de la IA o la singularidad tecnológica. Sin duda este quizás sea uno de los debates más frecuentes cuando se habla de la IA y el futuro de la humanidad: ¿seremos capaces de construir una IA capaz de superar en capacidad intelectual a la inteligencia humana?
Aunque la respuesta es muy compleja, el debate no parece centrarse en si seremos capaces de hacerlo (algo que mayoritariamente se da por hecho), sino en cuándo lo haremos, con respuestas que van desde el año 2029-2045 para los más optimistas, como Kurzweil, hasta el 2100, 2200 o incluso más, para aquellos que tienen una postura más conservadora. Pero encontramos pocas opiniones dentro de la comunidad de expertos, aunque también las hay, que apuesten por la inviabilidad absoluta de crear este tipo de inteligencia artificial en el futuro.
Pero no pensemos en la inteligencia artificial fuerte como el único reto que afrontaremos en el futuro de la sociedad cuando hablemos de este tema. La industria IA, con cientos de startups y compañías creando un nuevo sector que transformará las industrias ya existentes, plantea sus propias preguntas, muchas de ellas derivadas del impacto laboral que la automatización y los agentes autónomos inteligentes tendrán en la economía de las próximas décadas, como ya anticipan entidades como el World Economic Forum. Millones de puestos de trabajo e industrias enteras se verán impactadas de una manera u otra al mismo tiempo que nuevos perfiles y habilidades serán demandados por la sociedad y las compañías transformadas.
En este sentido, un estudio elaborado por McKinsey Global Institute destaca que los perfiles caracterizados por actividades repetitivas o con bajos requerimientos de competencias podrían experimentar la mayor caída en porcentaje del empleo total, del 40% actual a alrededor del 30% en 2030.
No perdamos de vista que mientras startups deep tech como OpenAI o DeepMind trabajan desde diferentes ángulos para crear una inteligencia artificial general, los avances en IA débil o estrecha, aquella que se especializa en resolver problemas concretos y perfectamente acotados, no solo se desarrollan a una velocidad creciente, sino que son cada vez más accesibles y asequibles para todos. Estamos viviendo el inicio de la democratización del acceso a la inteligencia artificial.
En estos momentos, la inteligencia artificial ha alcanzado un nivel de asequibilidad nunca visto antes y puede ser utilizada dentro de cualquier compañía y casi por cualquier persona gracias a herramientas como el cloud computing que ofrecen las grandes tecnológicas como Amazon, Microsoft, IBM o Google y que permiten acceder a soluciones de machine learning como si de una commodity se tratase, simplemente accediendo a los recursos que ofrecen en sus plataformas.
A todo lo anterior, se suma que el volumen de datos disponibles crece a una velocidad exponencial: más del 90% de todos los datos del mundo se han creado en los últimos dos años, según las infografías publicadas por Allianz Global Investors. Esa abundancia de datos de todo tipo, unida a la enorme capacidad de computación de la que disponemos en la actualidad y a la dramática reducción de costes, hace que nunca haya sido tan sencillo conseguir resultados increíbles con una inversión baja y una curva de aprendizaje relativamente manejable para cualquier persona que quiera adentrarse en la inteligencia artificial. Por supuesto, la formación y el entrenamiento también son necesarios, pero también estos se han democratizado enormemente a través de internet.
Lo que está claro es que la inteligencia artificial tendrá un impacto a más niveles y de forma más profunda en nuestras vidas y nuestros trabajos y economías de lo que somos conscientes. Estamos iniciando una nueva era tecnológica y económica en la que la inteligencia artificial va a jugar un papel inmensamente relevante. Y todo ello, mientras organizaciones avanzadas de todo el mundo trabajan con los mejores investigadores en crear una inteligencia artificial que compita y supere a la inteligencia humana mientras futuristas y foresighters, intentan anticiparse a su impacto en un futuro radicalmente distinto si llegan a conseguirlo.
Como dijo una vez Nick Bostrom, filósofo fundador del Future of Humanity Institute, y autor de Superinteligencia: caminos, peligros, estrategias, uno de los libros más recomendables sobre el futuro de la IA, “la inteligencia artificial general probablemente será el último invento que la humanidad necesitará hacer”. Y probablemente, Nick Bostrom podría estar en lo cierto. Para facilitar el desarrollo de competencias relacionadas con las nuevas tecnologías, Banco Santander impulsa Santander Open Academy Tech | Emerging Technologies Programs by MIT Professional Education. Durante ocho semanas, recibirás formación tecnológica en línea sobre la materia que elijas: Blockchain, Cloud&DevOps, Machine Learning, etc.
¿Te gustaría desarrollar tus habilidades digitales y tecnológicas? Si eres graduado universitario y tienes entre 20 y 35 años, la convocatoria de Santander Open Academy Tech | Emerging Technologies Programs by MIT Professional Education es para ti. ¡Inscríbete!
(En estos momentos la convocatoria de Santander Open Academy Tech | Emerging Technologies Programs by MIT Professional Education ha terminado, pero te animamos a que consultes el portal de Santander Open Academy para que encuentres la formación que mejor se adapte a ti y dar un impulso a tu carrera profesional. ¡Aprovecha la oportunidad!)
José Manuel de la Chica, CTO de Santander Universidades y CTO de Universia.